El adiós del Gran Gorila

«No sé si todos tenemos un destino, o si estamos flotando casualmente como en una brisa; pero yo creo que pueden ser ambas, puede que ambas estén ocurriendo al mismo tiempo «.

Forrest Gump

Hace unos años decidí escribir un cuento sobre la salud de un familiar, para tratar de cambiar una realidad nada halagüeña de alguien muy cercano a mí. El cuento tenía de fondo mi pensamiento mágico de que si mi tío (él era el familiar del que os hablo) lo leía, quizás podría sanar. Quién me conoce sabe que creo firmemente en la relación entre emoción y enfermedad. En aquel momento pensé que escribiendo esta historia podría ayudarle de alguna manera. Sin embargo, hoy soy consciente  de que aunque hay una serie de herramientas que nos pueden ayudar a comprender las cosas que nos pasan, la vida es incontrolable y misteriosa y mas que plantearnos el porque nos toca vivir ciertas situaciones es mejor adaptarse a lo que pueda estar ocurriéndonos.

Aquí os dejo el cuento en el que puse todo el corazón creyendo que podría ser una medicina milagrosa. Aunque no logró lo que yo buscaba, lo leo y me siento agradecido de haberlo compartido con él y con la familia.

El gorila macho Alfa de la tribu de los Espaldas Plateadas había enfermado. Nadie de entre los de su especie comprendía lo que estaba ocurriendo. Parecía que la dolencia que en su tiempo le atormentó había desaparecido. Pero no. Había vuelto, y con ello ese dolor de garganta tan profundo que le hacía sentir un nudo terrible alrededor de su cuello.

La hembra con la que compartía su vida estaba asustada de nuevo. No sabía como afrontarlo. Los días pasaban y el gran Macho Alfa estaba angustiado. El chamán de la tribu le había dado un diagnóstico poco edificante sobre la situación de su cuello. Ante esta situación el hijo del enorme mono se puso en viaje para buscar ayuda, y la ayuda le encontró a él. Uno de los días, fatigado de buscar brujos y sanadores de otras especies, el descendiente del Rey Gorila se tumbó a dormir en medio de la sabana Africana. A la mañana siguiente a su lado, se encontraba de pie sobre las cuatro patas la figura majestuosa de un tigre blanco. El felino le miró a los ojos y le habló. » Has dormido casi doce horas, has de estar agotado y nervioso». » ¿Me has estado vigilando?. No me gusta que nadie me observe mientras duermo». Respondió el mono. » Te he estado protegiendo. Estas en zona de hienas, y no creo que ellas quieran ayudarte en lo que andas buscando». Añadió el gran gato.

El gorila guiado por una llamada interior que no comprendía, comenzó a contarle al tigre lo que estaba ocurriendo. Éste sin cambiar el gesto, ni su mirada, ni su sonrisa, le aconsejó que le guiara hasta su padre. La extraña pareja animal inició el camino de regreso al poblado homínido. Por el trayecto establecieron una buena amistad pues sus sentidos del humor eran parecidos. Al llegar al hogar del Gran Macho Alfa, los monos de la aldea recibieron con reticencias al felino. » ¿Qué hace aquí ese animal?. Si ya de por si un tigre es poco de fiar, un tigre blanco ha de ser peor». Eran algunas de las frases que se oían. El gato como buen guerrero no hacía caso de provocaciones vanas basadas en el miedo a los desconocido. El estaba allí para tratar de sanar al Gran Jefe porque el universo le había enviado hasta la aldea.

El hijo del gran mono entró en la tienda del padre y le presentó al felino. » Veo que has venido de vuelta con mi descendencia. Esperaba a alguien más viejo, y con aspecto diferente. Al menos esa imagen es la que tengo de un sanador». Dijo el gorila. » Quizás sea más anciano de lo que crees. La existencia va más allá de esta vida física. En cuanto a mi aspecto, es el que es, pero no te dejes confundir por lo que ha de ser o no. Vengo a ayudarte». El homínido comenzó a contarle la situación, mientras el poderoso gato escuchaba con atención y comprensión. Poco después se acercó a la garganta. La examinó con sus ojos de mirada penetrante, y acto seguido le comentó.

» Gran Jefe ¿qué cosas has callado que te hayan podido hacer daño?». “Últimamente no me cayo nada.» “Comunicar cosas sin control también te puede herir. Se trata de sacar lo que duele desde el amor y la comprensión, si no, se vuelve contra nosotros. Acompáñame». El poderoso gorila se levantó del suelo y le siguió. Pronto llegaron a una loma desde la que se contemplaba el paisaje del poblado con bello atardecer. Allí el hermoso felino le habló con la profundidad que le caracterizaba. » Este es tu reino. Un lugar basto que has tenido que dirigir con determinación y coraje. En todo este tiempo te habrás sentido sólo, o falto de apoyo. Has experimentado la soledad del liderazgo, cayendo en la trampa de hacerte el fuerte porque es lo que se esperaba de un jefe como tú. Todo esa angustia y exigencia está en tu garganta Gran Macho, y reprochárselo a alguien o buscar responsable no te va servir. Quiero que desde aquí grites con fuerza tu dolor. Sin ponerle palabras. Céntrate en las sensaciones. Recuérdalas y envíalas a la madre tierra. Ella sabrá que hacer con la energía que liberes». El Gorila, se situó en lo alto de la loma, y conectó con las emociones y sensaciones de las que le habló el tigre. La soledad del liderazgo, el no pedir ayuda, el mostrarse fuerte ante el dolor, la necesidad de pedir cariño, etc… Todas aquellas vivencias le estaban generando la enfermedad, y cuando ya las lágrimas acudieron a los ojos el Macho Alfa lanzó un grito desgarrador que hizo temblar a todos y cada uno de los habitantes del poblado. El Gran jefe había vuelto. Su garganta había sanado, y lo había hecho conectando con la vulnerabilidad. En la debilidad había reencontrado su fortaleza. El gorila miró con ojos de gratitud al gran gato que había venido de algún lugar desconocido con el único objetivo de ayudarle.

» ¿Por qué me ayudaste tigre?». » Hubo un tiempo en el que me di cuenta que ser lider implicaba una parte de dolor y carga que me destruía y alejaba del amor. Ahora trato de ayudar a todos aquellos que enferman por no verlo. Aunque no lo creas, eres mi espejo Gran Mono. Y si tu sanas, yo sano». Sorprendido ante las palabras del poderoso felino le dio las gracias. » Gracias tigre, te estaré siempre agradecido». » Gracias a ti por dejar que te ayude. Sin ti yo no me puedo completar». Tras las palabras se fundieron en un gran abrazo de gratitud. Y en ese abrazo comprendieron que se necesitaban mutuamente en el camino de regreso al corazón. Pasadas las horas, el gato se despidió de la aldea con un trote suave y elegante. ¿A donde iría?. Nadie lo sabía. ¿A quién le tocaría ayudar?. Nadie podía adivinarlo. Al fin y al cabo el tigre blanco era un espíritu libre, y los espíritus libres pertenecen a la vida y se ponen al servicio de ella.

Como ya he comentado, la historia no tuvo el efecto que yo buscaba. Mi tío leyó el cuento. Le encantó. De hecho desde aquel día me comenzó a llamar tigre algo que me sonrojaba pues estoy muy alejado de tan sabio personaje. Sin embargo y a pesar de que la historia le encantó, su salud volvió a empeorar. En realidad nunca mejoró. Aunque la historia podía resultar inspiradora, no dejaba de ser eso, una historia. Y la realidad de la situación era más cruda y compleja de lo que yo hubiera deseado. Lo cierto es que mi interior si había cierta amargura porque de una manera quizás infantil, tenía fe en una cura. Una amargura similar a la que vivió mi sobrina Lucia cuando se enteró de que el tío nos dejó aún habiendo rezado mucho para que se pusiera bien.

Tiempo antes de que que mi tío Carlos ( es su nombre) se marchara empecé a hacerme a la idea de que era algo que podía pasar. De hecho en una de sus tantas recaídas fui consciente de que la enfermedad iba a ganar esta cruenta batalla. Fue entonces cuando decidí escribir una segunda parte de aquel esperanzador cuento. Una segunda parte no tan esperanzadora como la primera pero llena de la belleza que también hay en las despedidas. Quizás no me ayude a dejar de echarle de menos, pero si a saber decirle adiós. Gracias por todo tío.

Los años habían pasado en aquella manada desde que un felino visitase el lugar, y sin embargo en los límites en los que se establecía el poblado de gorilas, algunos homínidos acertaron a ver en la noche la figura de un gran gato en cuya piel reflejaban los rayos de luna. En las últimas semanas un centinela nocturno parecía aguardar un gran acontecimiento en el lu¡gar. Sería el mismo tigre que hace años había tratado de ayudar al Macho Alfa de la tribu?. Lo cierto es que ninguno de los grandes monos se acercó a comprobarlo, pues tenían preocupaciones más grandes que la de un tigre curioso. La enfermedad del líder remitió durante un tiempo, sin embargo pasados los años había vuelto con más virulencia. Los miembros de la tribu estaban muy preocupados. El gran jefe estaba cada vez más debilitado. Pasaba los días subiendo a la montaña desde la que antaño lanzara el grito, pero ahora con la impotencia de no poder repetirlo pues había perdido la capacidad de realizar cualquier ruido . Además agotaba las noches en vela, sentado, mirando a las estrellas, recordando a sus ancestros y a los que ya no estaban a su lado. Con certeza se podía decir que se había rendido en la lucha contra el mal que le acompañaba desde hace años, pues había dejado de comer y de beber y su aspecto estaba bastante deteriorado. Era como si de alguna manera, predijera que sus días estaban llegando a su final, cosa que afectaba sobremanera a su dama hembra y al hijo del Macho Alfa. Estaba claro que algo estaba por pasar.

Meses atras. Se encontraba observando la luna como cada noche. La admiración que sentía por el cuerpo celeste no había disminuido con los años, pero el tiempo le había hecho más reflexivo y cauto. Con muchos animales se había encontrado y a todos ellos les había tratado de ayudar, más si de algo se había dado cuenta, era de que estaba muy lejos de ser infalible. Había veces que las situaciones le habían hecho dudar de si no era él, quién estaba recibiendo la ayuda más que dándola. Y posiblemente fuera así, pues la vida es tan misteriosa que nunca se sabe lo que nos está ofreciendo en cada instante. En cualquier caso, su momento vital le hacía aceptar todas y cada una de las situaciones que le habían tocado vivir, pues había llegado a la comprensión de que en todas y cada una de ellas había aprendido algo sobre sí mismo y sobre los demás. Aquella noche era diferente a otras. En el silencio, en la oscuridad, en la quietud y en la calma, un nudo le atenazaba la garganta intensamente. Era como si necesitará comunicar algo. Era como si tuviera que rugir a la luna con fuerza. Sabía que una emoción encerrada podía generarle enfermedad, así que no se contuvo y rugió de manera poderosa. Pronto una imagen muy clara surgió en su mente. Era él, en lo alto de una montaña acompañando al gorila Macho Alfa al que trató de ayudar años atrás. Aquella visión vino acompañada de una emoción de tristeza por lo que comprendió que algo relacionado con esa emoción estaba acaeciendo a su otrora amigo. Así que, sin pensarlo mucho, se puso en camino para ir al encuentro de aquel poderoso jefe. El gran felino siempre daba respuesta a sus intuiciones. Esta vez, lo volvió a hacer.

Tanto la hembra del Macho Alfa como su hijo comenzaron a acompañarle en las noches de insomnio. Quizás con eso no calmaban el dolor que pudiera tener, pero le hacían sentirse acompañado en un momento tan duro para él. Los tres sabían en el fondo, que su despedida estaba cerca, mas ninguno de los tres querían resignarse a ello. Tanto la hembra como el hijo hablaban de todo lo vivido y de las situaciones que mas les habían emocionado. El se limitaba a afirmar con la cabeza, pues apenas podía comunicarse de otra forma, sin embargo en su interior estaba muy agradecido a lo que estaban haciendo por él. Una noche cerrada, el gran líder, decidió con las pocas fuerzas que le iban quedando, dar un paseo por las tierras en las que tantos años llevaba ejerciendo de jefe. Tanto su hembra, como su hijo, le acompañaron sujetándole pues las piernas ya le flaqueaban. En un momento del paseo, se paró mirando en dirección a la luna llena. Bajó su vista justo donde la luz del cuerpo celeste reflejaba como más fuerza y allí pudo observar la figura de un tigre blanco tumbado aguardando para ser visto por él. Pronto el tigre se acercó con un gesto de ternura y tristeza. «Así que era esto por lo que tenía que venir aquí » dijo comprensivo. Tanto el tigre como el gran mono se fundieron en un gran abrazo. Después el felino saludó de la misma manera efusiva al hijo y a la hembra del macho alfa y a continuación se sentaron allí a contemplar la luna. «Gran gorila, no se que necesitas de mi ahora mismo, pero aquí estoy.» El jefe de la tribu le dirigió una sonrisa cargada de comprensión. «Como en aquel año quise ir a buscarte para traerte aquí por si podías ayudarlo, pero una resistencia interior me hizo no hacerlo. «. Habló el hijo del gran líder. » La situación de tu padre ya no es la misma que aquel entonces y yo tampoco soy el mismo tigre. Después de lo que he vivido en este tiempo, quizás no sea descabellado platearse que es tu padre el que nos está ayudando a comprender la vida, a través de su despedida». Contestó el gran felino. «No se si será eso, pero si es así, está comprensión no calma mi dolor por su cercana partida». Añadió el descendiente del macho alfa. » Quizás no encuentres alivió en mis palabras, pero la muerte sea como sea forma parte de la vida y le da sentido. Decir adiós es muy doloroso, pero debajo de esa tristeza y el dolor del adiós, hay muchos momentos llenos de amor y gratitud, por eso duele tanto que se acabe.» En ese momento a duras penas el gran macho se puso en pie. Mientras un rayo de luna iluminaba su cara, sonreía con afecto a la vez que unas lagrimas brotaban de sus ojos. » ¿ Nos está pidiendo que le dejemos marchar?». Pregunto la hembra del gran jefe. «Así es» respondió con pesar y aceptación el gran felino. Los tres se pusieron de pie para ayudar en el ultimo paseo que quería dar el gran Macho Alfa. Guiándoles a través del poblado, les llevó a lo alto de la loma en el que en el pasado había liberado su emoción. Allí con un gesto pidió que se acercará el tigre blanco. Le miró con emoción, y le pidió con gestos que rugiera lo mas fuerte que pudiera. El tigre con gran tristeza sacó con muchísima fuerza un tremendo rugido desde su interior, que hizo despertar a toda la aldea de gorilas. A los pocos segundos todos los habitantes de aquel lugar estaban mirando a la alto de la loma, observando al gran jefe homínido apoyado en el lomo de un tigre blanco, como algunos años atrás. Fue en ese momento, cuando milagrosamente, un rugido de unas dimensiones casi divinas salió de la garganta del Macho Alfa espalda plateada. El tremendo sonido vino acompañado de un destello de luz cegador saliendo del cuerpo del gorila, que subió al cielo y desde ahí se distribuyó a todos los corazones de los allí presentes. El cuerpo desapareció pero su recuerdo permaneció siempre presente.

Algunos meses más tarde: El regreso del felino a su hogar tardó en llegar. Durante un tiempo estuvo acompañando al hijo del gran líder, para que ocupara su lugar. Aunque la tristeza le alcanzaba a diario, la partida de su padre le había hecho comprender mejor, su lugar en el mundo. Por otro lado, su hembra comprendió al adiós del gran mono, que no hay mejor camino para llegar al corazón de los demás que la ternura. El tigre por su parte sentía mucho agradecimiento de haber podido ser testigo y acompañante de un ser tan especial. No os voy a engañar, el también estaba triste, pero comprendía que la vida estaba llena de recibimientos y despedidas. Y es que al fin y al cabo, era un tigre blanco, y como tal un espíritu libre que pertenecía a la vida y se ponía al servicio de ella.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *