El Héroe de Madrid

La guerra entre hermanos llevaba asolando el país algo más de un año, y había aumentado de intensidad, especialmente en la capital: Madrid. Los bombardeos de la Legión Condor se empezaron a repetir con tanta frecuencia que el tremendo ruido de detonaciones se había convertido en una banda sonora tan macabra como habitual. Allí donde mirabas, y en el mejor de los casos, había restos de fuego de explosiones o grandes polvaredas provocadas por la caída de una bomba. En este terrible contexto una chica joven con un abdomen tremendamente abultado luchaba sin éxito por poder llegar a refugiarse en el metro. Unas yardas más adelante un niño lloraba abrazado a un muñeco de trapo, mientras su madre le llamaba desde la boca de metro para que corriera hasta donde estaba ella, más, el estruendo que oía, le paralizaba pues el rugir de la guerra le bloqueaba por completo. Todo ocurrió muy rápido. De entre el humo como si de una aparición se tratara, surgió la sombra de un joven ni muy alto, ni muy bajo. Ni muy fuerte ni muy débil. Un chaval de quince años se abría paso con gran velocidad y determinación entre los escombros y las detonaciones, llevando en brazos a la chica que tantas dificultades tenía para ponerse a salvo. Al llegar a la altura del pequeño que sollozaba agarrado a su peluche, no se lo pensó dos veces y le invitó a que se subiera en su espalda como si se tratara de los lomos de un pura sangre. Bien podía ser uno de esos tremendos caballos, pues poco después reavivó una carrera llena de potencia, fuerza y fe, con la que llegaría al resguardo del metro. Aquel día Joaquín salvó la vida de tres personas. La de un niño asustado, la una joven aterrorizada y la del bebé que traía consigo. No fueron las únicas pues en aquel tiempo de sangre y fuego, el heroico joven se dedicó a echar una mano en este tipo de situaciones. Lo hacía en honor a su padre que falleció pocos meses antes de comenzar la contienda, mientras trataba de apagar el fuego de un edificio provocado por una revuelta urbana derivada del caos político del país. Recibió varios balazos por intentar sofocar unas llamas surgidas de la intolerancia y el fanatismo. El solo pensaba en salvar vidas no en pertenecer a ningún tipo de ejército. Su muerte no fue vano, pues sirvió de inspiración para que la llama del heroísmo prendiera en el corazón de su hijo Joaquín. No fueron pocas personas las que se salvaron en los brazos del valiente joven, más una vez terminada la guerra, prefirió pasar página y dejar en el olvido la heroicidad con la que actuó en aquellos días. Aunque entre las gentes de la villa se extendió el rumor de las épicas hazañas de un heroico muchacho apodado como » El Héroe de Madrid» él nunca reclamó ese protagonismo para sí. Cumplió con creces con el deber que se había impuesto y jamás recibió una recompensa por todas las cosas buenas que hizo. La leyenda del titán castizo se fue apagando con los años al no ser reclamada ni identificada. Sin embargo, las grandes hazañas de los seres humanos nunca se olvidan del todo, y salen a la luz como si el mismo Dios quisiera que no pasaran desapercibidas para así inspirarnos. Como no podía ser de otra manera, y pasado el tiempo, » El Héroe de Madrid regresó».

«¡¡Vamos chavalote!!. ¡¡Que no te enteras!!». Sus enormes ojos azules se posaban en él con una mueca socarrona y llena de sentido del humor. El profesor acostumbrado a la alegría de su alumno le devolvió un » ¡¡Ojo cuidaooo!! que te suspendo!!»mientras el pequeño reía con alegría. Profesor y alumno se relacionaban así. Desde la broma. Dani era un niño de espectro autista muy especial y Luis era un profesor de Primaria que disfrutaba mucho de las ocurrencias de sus alumnos. Llevaba veinte años de profesor y en todo ese tiempo, siempre tenía la duda sobre si su trabajo tenía una repercusión positiva en los niños y niñas que pasaban por su vida. De alguna forma eligió su profesión en parte por su amor por la enseñanza, en parte inspirado por dos personas muy importantes para él. Por un lado estaba su abuelo, el cuál apenas pudo ir a la escuela al ser un niño de la posguerra. Por otro lado estaba Antonio Roballo un compañero de colegio que nació con un problema que incapacitaba para caminar. Con los años no solo se había sobrepuesto a su dificultad, sino que además supo convertirse en uno de los mayores showmans del país. Para Luis (que era el nombre del profesor), ser educador era su vida, su pasión y poder generar vínculos afectivos tan bonitos con sus alumnos le hacía sentir plenitud en la vida. Quizás nunca recibiría un premio por ello. No le importaba, pues consideraba que su trabajo era el premio.

Tenía una nueva función aquella tarde. Su creación en parte monólogo, en parte cuenta cuentos, se había extendido en el tiempo mas de diez temporadas. Lo que empezó siendo un contrato por tres meses, acabó renovándose una y otra vez debido a su gran éxito. La gente quería escuchar la curiosa visión de un ser humano cuya dificultades en la vida habían comenzado prácticamente desde el día que nació. Sin embargo sus sonrisas a los problemas, la naturalidad con la que los afrontaba y el don que tenía de hacer magia con las palabras y emociones, le habían convertido en una personalidad muy querida y admirada. Antonio Roballo era un superdotado en entender las bofetadas del destino y poder escucharle hacía que el corazón de los que tenían esa suerte bombease sangre de una manera mas viva el tiempo que estaban en su presencia. Aquella tarde, el teatro había puesto el cartel de «entradas agotadas» una vez más. Sin embargo, la función no iba ser una función cualquiera, pues entre el público estaría Luis Martín, uno de los grandes «secuaces» de Antonio en sus juegos de la infancia, a la par que uno de los grandes admiradores que el cómico tenía. Muchas cosas especiales estaban destinadas a pasar en la sesión vespertina de aquel lugar, cuyas paredes y butacas habían sido testigos tantas veces de las risas y buenos sentimientos que el gran Antonio Roballo provocaba. Y así fue, muchas cosas especiales pasaron.

» El trastorno de déficit de atención e hiperactividad puede desarrollarse en una de tres formas «. El texto seguía con una serie de características, que el lector identificaba muy bien en si mismo. Aquel día tenía guardia. Había pasado la mañana en el parque de bomberos leyendo algunos estudios sobre TDH, la alteración que tantas dificultades le había causado en la infancia y la adolescencia a Raúl. Todo parecía presumir que aquella guardia estaría marcada por el silencio, la lectura y el entrenamiento. No podía estar mas equivocado. Sobre las veintiuna horas el chillido seco que activaba al cuerpo de bomberos, se extendió con fuerza por todos y cada uno de los rincones de aquella base de operaciones. Era tiempo de servicio. Era tiempo de acción.

Las llamas habían tomado gran parte del teatro. Todo empezó por un cortocircuito en el sistema de iluminación, que hizo que el teatro se prendiera a la misma velocidad que el fosforo de una cerilla. El calor y la humareda eran agobiantes, y las dificultades para respirar cada vez se agravaban más según iba pasando los minutos. No obstante, la mayoría de las personas que allí estaban habían desalojado a tiempo el lugar. Sin embargo, y paradójicamente, el protagonista en escena, permanecía acorralado por el fuego en el escenario pues maniobrar desde una silla movilizada por ruedas a través de una nube negra de humo y con la amenaza de un reguero de llamas sobre su cabeza era una tarea imposible. En pocos segundos la situación cambió diametralmente. Varías lanzas de agua comenzaron a borrar el fuego del lugar, y de entre la oscuridad provocada por la humareda surgió una figura vestida con unas botas oscuras, un abrigo oscuro y un casco, llevando en brazos al artista que no pudo terminar aquella función. Un gruñido en el tejado del edifico comenzó a oírse con estrépito, pues el techo del estaba a punto de llover sobre los que allí estaban. Por ello, el héroe uniformado, aceleró su paso dirigiéndose a la entrada a toda velocidad para dejar a salvo al cómico conocido como Antonio Roballo. Todos los bomberos allí presentes ya habían salido a la carrera en vistas de lo que se avecinaba. Al último de los integrantes de aquella brigada le dio tiempo a salvar a la persona que llevaba en volandas, más justo en el momento de dejarle en la puerta, parte del edificio se vino abajo sobre él. Una vida había sido salvada más quizás otra había llegado a su fin.

» UN INCENDIO ACABA CON EL TEATRO DELIBES». Un incendio acaecido durante la representación de la obra Levántate y anda del cómico Antonio Roballo, redujo a cenizas el vetusto teatro. Según apuntan las investigaciones un problema en el circuito de iluminación del local fue el culpable de tan desgraciado accidente. No se han tenido que lamentar víctimas mortales, más el bombero Raúl Jiménez que salvó al famoso actor de una manera heroica permanece en estado grave con politraumatismos severos en diferentes lugares del cuerpo. Las últimas informaciones que llegaron a este periódico, apuntan que evoluciona favorablemente dentro de la gravedad.

» ¡¡Corred levantemos esas vigas!!. ¡¡Raúl está debajo de ellas!!.». Sus compañeros actuaron con la mayor celeridad del mundo y pudieron rescatar el cuerpo inconsciente de entre los restos del desplome del teatro. Pronto la ambulancia se lo llevó. En la distancia, Antonio Roballo observaba todo lo que acontecía mientras le hacían un chequeo en una UVI móvil. En ese momento, era testigo de excepción del rescate del hombre que le había salvado la vida. Su corazón latía todavía sobresaltado y en su rostro se dibujaba una sonrisa de alivio a la vez. En ese momento una voz amable y familiar le saco de sus disertaciones. » ¡¡Mira que no echar a correr !!». » ¡¡Pues ya ves macho !!!. Eso es porque tengo un amigo profesor que no me ha querido enseñar» Dijo sonriendo mientras se fundía en un emocionado abrazo con el amigo Luis aquel día fue a verle actuar. Luis el profesor de primaria. EL docente tenía una entrada de palco por lo que fue uno de los primeros evacuados en aquel incendio. » Por un momento pensé en que no te volvería a ver. Quise llegar hasta ti pero no supe cómo hacerlo y hasta que no te vi salir un nudo en la garganta apenas me permitía hablar». » Lo sé amigo. Lo sé. Yo también creí que no lo contaba». Mientras respondía pensativo y taciturno su ojos no dejaban de mirar en dirección a la calle por donde había marchado el coche que llevaba al bombero que le rescató de las garras de la guadaña. Pocas personas hay en la vida que vuelven a nacer por la acción heroica de otro ser humano, sin embargo Antonio Roballo aquel se había convertido en uno de ellos.

» Tiene dos vértebras rotas, varias costillas reventadas y el tobillo destrozado por numerosos sitios y con no pocas fractura abiertas. Necesita cirugía y curetajes antes de que la herida genere una infección en el hueso que le haga perder el pie. Las próximas 24 horas son claves para su evolución. Veremos cómo reacciona a los antibióticos y en función de eso decidiremos que cirugía realizarle. Lo que está claro, es que es bastante improbable que pueda volver a caminar con normalidad». El diagnóstico que dieron al jefe de bomberos de Raúl no era de extrema gravedad pero si dejaba una lectura clara. La vida del heroico ser humano iba a cambiar.

» Entonces Luis, ¿estuviste en el incendio del otro día? ¿Interrogaba el pequeño fijando sus ojos azules en el profesor?». «Si Dani allí estuve». » ¿Y tuviste miedo ?». » Si Dani, pase mucho miedo». » Yo cuando tengo miedo llamo a mi mamá. ¿Tu la llamaste?.». El profesor esbozando una sonrisa contestó. » No me dio tiempo. ¡¡Tuve que salir corriendo antes!!». La respuesta dejó satisfecho a Dani que añadió » ¡¡de la que te has librado chavalote!!». Luis estaba contento de que Dani se preocupara por él pues de alguna forma no tenía tendencia a relacionarse mucho de los demás. Era como una tortuga que asomaba su cabeza de vez en cuando, y si se asustaba volvía al caparazón por un tiempo. Sin embargo con él, Dani, siempre se mostraba cercano y cariñoso. Siempre se mostraba como la tortuga completa.

Antonio Roballo se pasó no pocas noches repasando mentalmente lo que vivió aquel día en el teatro. Las imágenes de lo que le aconteció llegaban a su cabeza como una película cuyas escenas se repetían una y otra vez con el mismo orden. El insomnio se había apoderado de él y lo aprovechó para escribir nuevos guiones de su espectáculo, el cuál paró durante un tiempo por la defunción del lugar donde lo realizaba. De aquella manera tan creativa Antonio fue superando el estrés postraumático, aunque en su cabeza seguía preguntándose por el destino de la persona que le había rescatado de un desenlace fatal.

«No creas todo lo que te dicen Raúl. Estoy seguro de que eres capaz de hacer muchas cosas en la vida. Ten paciencia para saber cuales son e ir descubriéndolas. Todos tenemos algo bueno que ofrecer a los demás». El pequeño sonrió a su profesor y afirmó con la cabeza. El niño en cuestión no era otro que Raúl. Las fiebres altas por la infección del hueso de la pierna, provocaban delirios en el joven bombero que le hacían viajar a momentos de su vida como en este caso era la infancia. La situación se había complicado sobre manera. Tenía osteomielitis. El antibiótico apenas le había hecho efecto, así que los médicos decidieron quitar las partes del hueso que se habían necrosado. El valiente ser humano iba a perder el pie, y se iba a enfrentar a la peor de las emergencias a la que se había enfrentado: Raúl se iba a enfrentar al rescate de si mismo del derrumbe de su vida. Después de dos meses tempestuosos ingresado en el hospital el bombero recibió el alta. Su cuerpo ya no estaba completo. De hecho los cirujanos, habían realizado un corte por debajo de la rodilla que hacía que el joven tuviera que andar con muletas para poder desplazarse. La vuelta a la normalidad fue muy dura. El primer mes vivió en casa de sus padres hasta que pudo desarrollar la autonomía suficiente como para poder valerse por sí mismo. Después regresó a su casa y trató de poner su vida en orden. El tiempo lo dedicaba a entrenar, con los ejercicios que podía hacer, y a leer en profundidad sobre trastornos infantiles y dificultades de aprendizaje. Dedicarse a la Educación era una idea que le rondaba la cabeza. Por eso decidió ponerse en contacto con el profesor de su pasado que más le marcó. Aunque en su fuero interno, todavía alimentaba la esperanza de poder seguir siendo bombero. Más, ¿cómo podría lograr algo que parecía un imposible?.

«Amigo, ¡¡no estarás aquí para siempre!!». Era el nombre que había elegido para su nuevo monólogo Antonio Roballo basado en las circunstancias vividas tiempo atrás. Ya tenía nuevo teatro para estrenarlo con un contrato para el espectáculo de al menos seis meses, en los que intercalaría su nueva creación con la anterior. La obra que estaba a punto de parir, estaba llena de risas, moralejas y momentos para la reflexión, características distintivas de todo lo que tocaba el gran comediante. Sólo faltaba enviar las invitaciones del preestreno para todas aquellas personas que significaban algo importante en la vida del mago de las carcajadas. Dos de esas invitaciones estaban reservadas para una persona a la que todavía no conocía, pero que había sido decisiva en que se pudiera poner en funcionamiento el nuevo show. Un sobre con el nombre de Raúl Jiménez llegó al domicilio del bombero. De aquella forma Antonio estaba agradeciendo a lo que el héroe anónimo había hecho por él, y sin saberlo, estaba abriendo la puerta a una amistad que duraría para el resto de sus vidas, y que tenía en común a una persona muy importante para ellos: Luis el profesor de Primaria.

Nada más terminar la última clase del día, bajó a la sala de profesores para dejar el cronómetro y el silbato en la taquilla que le correspondía. Acto seguido el director le llamó a su despacho pues había una persona en secretaría que había venido preguntando por él. Según parecía se trataba de un antiguo alumno que venía en busca de consejo para dedicarse a la docencia. Al maestro le supuso un sobresalto interior el anuncio de su superior, más también una sonrisa y un gesto de curiosidad le aparecieron en la cara. Así que sin más dilación entró en secretaria al encuentro de quién había tenido a bien buscar sus recomendaciones y experiencias. Le recibió un hombre joven de aspecto atlético que apoyado en un bastón se acercó lentamente a estrecharle la mano con un » ¡¡estás igual que siempre Luis!!» » ¡¡Raúl!! ¡¡Madre mía Raúl!!. ¡¡Cuánto has crecido!!, ¡¡qué bien te veo!!. Dijo el docente dándole la mano para después abrazarle con fuerza. » Y eso que no estoy completo» contestó el otrora pupilo del profesor de primaria, mientras levantaba la pernera de su pantalón mostrando una prótesis que le permitía apoyarse en el suelo. Luis observó la zona detenidamente con un gesto comprensivo » ¿Qué te ha pasado?» Interrogó. » Un accidente de trabajo que me ha hecho replantearme algunas cosas. Vengo a que me aconsejes que camino elegir para ser profesor, y de paso para invitarte a una obra de teatro de un cómico muy famoso que me ha enviado dos entradas». Los ojos del docente se abrieron por completo. » ¡¡No me digas que tú también conoces a Antonio Roballo!!. ¡¡Es amigo mío de la infancia!!». Ahora el sorprendido era Raúl. » En realidad no le conozco, pero si estuve muy cerca de él en un momento complicado. Fui el bombero que le rescató aquella tarde en el teatro Delibes». Luis se quedó en estado de shock, pues aquel día también asistió al teatro.

El final de la función fue con el respetable aplaudiendo a rabiar. El gran cómico había estado brillante a la par que ocurrente produciendo risas, aplausos y algunas lágrimas también, entre los que allí se congregaron. Al final Antonio Roballo quiso hacer una mención especial para él bombero que consiguió hacerle emerger del mar de llamas que unos meses atrás estuvo a punto de engullirlo. Para ello, de una manera muy espontánea el público fue quedándose en un silencio muy solemne y expectante. Acto seguido, el cómico invitó a la persona que le había rescatado a subir al escenario, si es que se encontraba entre los presentes. En la parte final del la sala de butacas, se levantó un hombre de aspecto atlético que muy lentamente y ayudado por un bastón se fue acercando al escenario ante las miradas de los espectadores de las diferentes filas y palcos que allí había. Cuando llegó a la altura del espacio escénico subió la escaleras para encontrarse con el showman sentado en su característica silla de ruedas, el cuál le recibió con un abrazo emocionado. Fue en ese momento cuando se dio cuenta del precio tan alto que había pagado el joven héroe por salvarle la vida. Era la segunda vez en la que ambos coincidían encima de unas tablas en poco menos de un año. En la primera ocasión, Raúl había sido mucho más rápido en llegar hasta el humorista y el final de escena compartida había sido mucho más dramático. En esta segunda oportunidad tampoco hubo discurso, ni palabras entre ellos. Todo se redujo a Antonio acompañando al bombero al centro del escenario, para luego apartarse a uno de los lados dejándole en el proscenio mientras iniciaba un aplauso que duró varios minutos con el teatro en pie. Las lágrimas pronto aparecieron en los ojos de Raúl. Una vez terminada la función el cómico decidió invitar a cenar al hombre que le salvó la vida meses atrás. El joven sonriendo divertido le comentó » He venido acompañado por un amigo genial. ¿Puede venir con nosotros a la cena?. Seguro que te cae bien». El cómico accedió encantado. A los los pocos segundos, se presentó ante ellos la persona que había compartido las entradas con el joven bombero. La sorpresa para Antonio fue mayúscula cuando descubrió que el acompañante del invitado especial aquella noche, no era otro que su gran amigo Luis.

La primera pregunta de la cena no se hizo esperar. » ¡¡¿Desde cuando os conocéis vosotros dos ?!!» » Digamos que aquí el chaval fue uno de mis primeros alumnos, y aunque era un poco difícil de llevar en algunas situaciones, tuve una gran relación con él. Siempre le animé a buscar su camino y me alegro mucho de que lo encontrase». Respondió el docente. » Me costó un poco profe. Todo mejoró porque con el tiempo empecé a llevarme mejor con mi hiperactividad y aunque me costó confiar en mí porque mi autoestima nunca fue buena, me di cuenta que tenía buenas condiciones para el rescate de personas. En aquellos días de preparación de las pruebas para ingresar al cuerpo de bomberos recordaba tus palabras y tus ánimos más de una vez. Lo cierto es que siempre has sido una gran inspiración para mi vida». Encontré mi lugar si, y quizás ahora tenga que buscar otro por todo lo que me ha pasado a nivel físico». Añadió el otrora alumno con cierto pesar. » ¿Te das cuenta Luis que tú también has tenido que ver de manera indirecta en que yo siga vivo?» Inquirió Antonio. » Me encanta que una persona tan famosa como tú y con tanto dinero esté en deuda conmigo.» Replicó socarronamente el docente a su gran amigo. » ¡¡¡Por lo menos invitamos a la cena Antoñito!!.». El cómico recibió con una carcajada las ocurrencias de su hermano del alma. La cena se fue alargando y con el tiempo tornándose más seria y profunda . Todo surgió porque Raúl en un acto de vulnerabilidad quiso abrir el corazón a sus acompañantes narrando lo que le ocurrió a raíz del incidente de teatro. Aunque su rostro estaba lleno de seriedad y tristeza, relató con mucha serenidad la perdida de su pierna, el vacío existencial que le había provocado y la búsqueda de un nuevo propósito para darse dirección. También expresó su mayor deseo. Volver a trabajar de bombero. El otrora apaga fuegos tenía bastante poca esperanza en ello, pues debía superar un tribunal médico. La poca movilidad que tenía a nivel piernas, hacían de su empresa un desafío cercano a una de las doce pruebas de Hércules. «¿Sabías que hay prótesis para piernas, que permiten correr a gran velocidad?.» Luis quiso aportarle algo de esperanza. » Son demasiado caras. No puedo permitírmelas. A Antonio que escuchaba atentamente se le iluminó la cara. «Si es por dinero Raúl no te preocupes. La taquilla de hoy te la dono por completo. Se lo difícil que es una vida con dificultades de movilidad, pero comprendo que ha de ser más duro cuando has podido moverte antes. Si tu sueño es volver a ser bombero agota todas las posibilidades hasta el final». » ¡No puedo aceptarlo!. ¡Es mucho dinero!». «Acéptalo. Si no hubieras subido a ese escenario aquel día, todo la riqueza que te ofrezco ahora mismo no serviría de nada». Una vez más las lágrimas cayeron en abundancia por la mejilla del joven. La vida le volvía a sonreír.

Raúl centró su tiempo en entrenarse familiarizándose con su nueva pierna. Lo hizo tan a conciencia y con tanta pasión que desarrolló una agilidad felina en sus desplazamientos, tanto que no parecía una persona con un miembro amputado. A la vez, comenzó a estudiar Pedagogía Terapéutica, pues tenía que tener un plan b por si fracasaba en el intento de volver a ser bombero. Además quedaba cada cierto tiempo con sus dos nuevos amigos ( Antonio y Luis), y pasaban veladas maravillosas hablando sobre lo divino y lo humano. El día anterior a las pruebas ante el tribunal médico, quedaron para cenar. Fue una velada muy emocionante en la que los tres estaban muy ilusionados con respecto a lo que podría ocurrir al día siguiente. La fe que tenían el cómico y el docente en posibilidades de Raúl era del tamaño de una supernova, y el joven tenía verdadera confianza en sí mismo. Nada podía fallar.

» Hemos observado que se encuentra en una magnífica condición física, a parte de tener una agilidad envidiable para su situación morfológica. Por todo lo que hemos visto en usted hoy debería volver a su puesto. Más estamos tratando con una persona cuya ortopedia no se encuentra en la parte superior del cuerpo, y eso nos genera unas dudas bastante considerables. Aunque su prótesis sea una maravilla de la técnica, no tenemos suficiente información de qué dificultades podría usted encontrarse en un rescate, pues su caso es único en la historia de este cuerpo. Ya sabe que para nosotros lo más importante es salvar vidas, y en vista de la poca seguridad que nos da intégrale de nuevo en nuestras unidades, denegamos su petición de alta. Lo sentimos mucho, porque ha demostrado un coraje y un amor por volver a ser uno de los nuestros ejemplar. Ojalá que la vida la sonría». Sin duda se lo merece». Las palabras que recibió aquel día fueron amables y muy sinceras, más no podían esconder una realidad. No volvería a ser bombero. Los días posteriores al veredicto fueron muy duros para él. Antonio y Luis le acompañaron y sostuvieron en su dolor con cierta tristeza, pues siempre creyeron en un desenlace positivo. Más la vida le había enseñado a Raúl que pocas veces las cosas salen como uno quiere, tanto en lo positivo como en lo negativo. Así fue como decidió pasar página y dedicar su tiempo a estudiar y a entrenarse.

El edificio desprendía un calor feroz y una humareda descomunal. Un incendio tremendo se había generado en la cocina de uno de los pisos de aquel edificio. Las gentes del mismo habían comenzado la evacuación. Sin embargo en una de las terrazas un octogenario, gritaba pidiendo socorro al no poder bajar, por sus propios medios las escaleras. Todo sucedió muy rápido. De entre la oscuridad de la vivienda surgió la figura de un hombre ataviado con ropa deportiva, que se abrió paso entre las llamas. Tras coger en brazos al anciano, lo bajó a la calle con una velocidad y agilidad digna de un gran felino, poniéndole enseguida a salvo. Cuando los bomberos llegaron, todo el edificio había sido desalojado. En una de las ambulancias se encontraba el viejo, en perfectas condiciones, y tremendamente conmocionado. » ¡¡No puede ser!!. ¡¡No puede ser él!!. ¡¡Yo era muy pequeño cuando me salvó!!. ¡¡No pude ser!!. ¡¡Aquello fue durante la Guerra Civil!! «. Repetía una y otra vez. La enfermera del Samur que le acompañaba pensó que se trataba de un señor mayor demenciado, más aquel hombre no se equivocaba. La persona que le había rescatado era heredero directo y llevaba la sangre del titán anónimo que muchos años atrás le había llevado en volandas, hasta el interior del suburbano, esquivando balas y morteros. El valiente que esta vez le había arrebatado de las garras de la señora con guadaña, no era otro que el bisnieto del héroe anónimo de guerra que tanto bien hizo a la ciudad de Madrid.

Sonó el teléfono de Luis, en medio de una clase. Miró al remitente extrañado, pue resultó ser su abuelo. Así que debido a la rareza de las situación decidió descolgar. » Hijo te llamo para decirte que estoy bien. Ha habido un incendio en mi edificio y por poco no lo cuento. Esta semana dormiré en un hotel cerca de casa. Según parece los daños han sido importantes pero reparables. Lo que si te digo es que estoy un poco asustado porque me ha pasado una cosa que no puedo comprender. ¿Te acuerdas de la historia que te he contado muchas veces de como un chico joven me salvó siendo muy pequeño de morir en la Guerra Civil?». «Claro abuelo que me acuerdo. Si ese joven no hubiera aparecido ninguno de los dos viviría ahora». » ¡¡Pues que sepas que la persona que me ha salvado hoy de las llamas era idéntica a él!!. ¡¡No se se si será la medicación que tomo o el humo inhalado, pero te aseguro que era igualito igualito!!». Según escuchaba al abuelo Luis tuvo una extraña corazonada. » En cuanto salga del colegio voy a verte»

Raúl se levantó temprano para poder ir a correr un rato antes del último examen de su primer año de Pedagogía. Cuando ya le quedaba poco para terminar el recorrido habitual escuchó un gran jaleo y observo una gran nube de humo salir de un edificio. En uno de los balcones un hombre de unos ochenta años pedía ayuda, pues no podía bajar a la calle. Así que, guiado por la fuerza interior que le surgía en estas situaciones y sin tener en cuenta ni la prótesis ni las recomendaciones del tribunal médico, se lanzó al rescate de aquel anciano sin pensar. En pocos segundos bajó a la calle con él en brazos y tras dejarle en una ambulancia a salvo, marchó a su casa pues de lo contrario llegaría tarde al examen.

Un video grabado con un celular abrió los telediarios de aquel día. En la grabación, se podía ver a un joven runner interveniendo de manera heroica en un incendio salvando la vida de un anciano. Cuando Luis pudo observar las imágenes en el hotel junto a su abuelo, su corazonada cobró sentido. » ¡¡Lo que te digo!!. ¡¡Es igualito igualito que aquel chico!!. Creo recordar que le pusieron hasta un apodo aunque ya no me acuerdo cuál era. ¡¡Pero es él!!. ¡¡Seguro que es él!!». recitaba una y otra vez el anciano. El profesor cogió el teléfono y realizó una llamada. El número con el que quería contactar se encontraba no disponible o fuera de cobertura, entre otras cosas porque el receptor lo tenía apagado.

Antonio estaba asombrado a la par que emocionado . Acababa de ver a Raúl en las imágenes mas repetidas de los Telenoticias aquel día. » ¡¡Sabía que podías hacerlo!!. . Lo sabía !!!». repetía emocionado hablando con la pantalla del televisor. Sin pensarlo subió un vídeo a Instagram contando quien era el titán de aquel incendio, y la historia que había detrás de él. El hecho de que fuera el cómico el que hiciera la entrada a la red social facilitó su rápida expansión, por su capacidad para comunicar lo extraordinario. Sin embargo, lo que fue decisivo para el altísimo número de visualizaciones recibidas por la exclusiva del comediante, fue la característica que hacía de Raúl un ser humano todavía más extraordinario. El joven había realizado una labor de salvamento con una prótesis en la pierna, pues tenía ese miembro amputado.

Acabó muy satisfecho la prueba escrita. Las notas iban a ser excelentes a pesar de su déficit de atención e hiperactividad. Una vez salió por la puerta de la universidad, conecto el móvil. Vio que tenía varias llamadas perdidas. Una de ellas era de Luis, así que decidió devolvérsela. El profesor no tardó en cogerlo. Sin preguntarle ni por el examen ni por cómo estaba le soltó un » ¡¡gracias por salvar la vida de mi abuelo!!!. ¡¡No sabes la que has liado!!. Cuando llegues a casa pon la televisión y descubrirás de lo que estoy hablando». Le pilló tan de sopetón que no sabía ni que pensar. Raúl no era consciente de todo lo que se venía encima.

» Concede la medalla al valor, el alcalde de la Villa de Madrid José Luis Martínez Almeyda al ilustre Raúl Jiménez Díaz, por sus actos heroicos.» El joven se levantó y avanzó con decisión y alegría en dirección a un atril donde fue condecorado con honores. Además el jefe de bomberos de la comunidad de Madrid, allí presente, solicitó personalmente un nuevo examen al tribunal médico por ser el de Raúl un caso excepcional capaz de inspirar a muchas personas. Así que, a parte de recibir un enorme reconocimiento social, el joven logró un sueño que a todas luces parecía imposible: volvió a ser bombero. A la noche los tres amigos cenaron para celebrarlo y al finalizar la velada Antonio le hizo una petición a Raúl. » ¿¿Oye me puedes firmar un autógrafo?». El bombero rió con gracia ante la petición. » ¡¡¿¿Estás de coña?!! ¡¡Si aquí el famoso eres tú!!». Antonio tras soltar una carcajada añadió. » ¡¡No es para mí, que te tengo muy visto. Es para mí abuela. Por lo visto dice que cuando su madre estaba embarazada de ella durante la guerra civil, alguien la salvó de la muerte de una manera muy parecida a la que tú has hiciste conmigo o con el abuelo de Luis». El joven sorprendido y aturdido miró a su antiguo profesor que guiñándole el ojo esbozó una sonrisa de comprensión. «¿¿Y qué le pongo?». Interrogó. » «Ponle. A mí querida Juliana por ser una de mis seguidoras». Raúl lo escribió con cariño y se lo pasó al cómico que inmediatamente se lo devolvió diciendo » Se me olvidaba. También me ha pedido si puedes firmarlo con una especie de alias que tengo escrito por aquí.». El bombero contestó divertido » Si es para tu abuela yo lo firmo con lo que me digas. . ¿Cuál es ese apodo con el que tengo que fimarlo?.». » El apodo es El Héroe de Madrid».

Dedicado a todas esas personas que cómo Raúl, Luis y Antonio, ponen al servicio de los demás sus dones, para mejorar el mundo. Ellos son los auténticos héroes.

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