Hacía mucho tiempo que mi anatomía y fisiología avisaban. Algo tenía que cambiar.
La sensación de fatiga me acompañaba.
Primero fue el hígado el que dio la voz de alarma. Aquel proceso que duró un tiempo no hubiera sido igual sin la ayuda de aquella dama amorosa.
Después fueron mi intestino y mis riñones los que pidieron tregua. Era como si todo el cuerpo me hubiera dicho que ya era hora de cambiar de piel, y lo hacía por partes. Poco a poco. Sin prisas.
Un guerrero con corazón
Era un joven guerrero que pensó haber perdido el honor. Por ello en un acto de huida existencial decidió clavarse la espada. Consideraba que llevaba el tiempo suficiente en la propia guerra personal como para comprender ciertos aspectos del combate que todavía se le seguían escapando. Estaba cansado, desorientado y muy asustado, así que se rindió de la peor manera posible: Considerándose el enemigo.
Dame tu mano
Se había hecho sospechosamente mayor en pocos años. Su humor, amabilidad y generosidad habían desaparecido. ¿La razón? Demasiada racionalidad y poco corazón. Era experto en analizarlo todo y en tratar de superar las situaciones sin caer en la emoción.
El peregrino cruzado
Hace ya algún tiempo un cruzado recién llegado de Jerusalén sintió la necesidad de buscar en su interior. Tras varios años en la guerra contra sarracenos, y demás hijos del islam, Rolando de Orgaz, regresó al reino de Castilla hastiado de la guerras provocadas por identificar el Dios verdadero.
El hombre que quiso liderar
Estaba en el punto de mira no solo de sus detractores sino de sus propios aliados. Dentro del partido no gustaron las concesiones que hizo a los grupos de la oposición. Tenía claro como presidente de la nación que debía gobernar tanto para los que le habían votado como para los que no.
Aquel país que le vio nacer y crecer era un caballo salvaje difícil de domar. El problema no estaba representado por las personas de a pie, sino por las agrupaciones ideológicas que generaban poder. Sigue leyendo El hombre que quiso liderar