La pandemia de la esperanza

Todos nacemos con al menos un miedo en nuestra cabeza. Es como si una máquina espendedora repartiera, cuando llegamos al mundo, miedos por doquier, y hay personas a las que les tocan muchos.

Lo malo del miedo no es tenerlo. Lo malo del miedo es no ser consciente de cual o cuáles  vienen en nuestro sistema operativo. Solo conociéndolos somos capaces de abrazarlos.

Aprendí que el coraje no es la ausencia de miedo. Es la victoria sobre él.
Nelson Mandela
Cuando tenía tres años el pequeño Jonás, escuchaba las voces de las sombras. No sabía porque, pero estaba conectado con sonidos que venían de la misma oscuridad.
En su casa papá y mamá no hacían mucho caso a esa cualidad, más el niño se aterrorizaba cada noche, con lo que en principio creía estaba en su cabeza.
No fueron pocas las noches que decidió, dormir con su hermana mayor . Más era un pequeño consuelo, pues el miedo le acompañaría el resto de la vida.
¿A qué tiene miedo? A morir solo. A qué nadie se acuerde de mí y no saber cómo afrontarlo.
Así empezó su ciclo de terapia. Era un hombre acobardado para la vida. Se pasaba el tiempo controlando las cosas.  Tanto que pensaba que así nunca nada le podría pasar, pero lo que se le pasaba era la vida.
Higienizaba todas sus cosas. Se lavaba dos o tres veces a diario. Estaba en pánico continuo. De esta manera no estaba abierto a la existencia, y de seguir así, nunca lo estaría.
Con los años el pequeño se convirtió en un hombre. Atrás quedaron los miedos nocturnos que padeció Jonás. Sin embargo, aprendió a identificar el miedo de las personas con solo mirarlas. Su  sensibilidad era especial, lo cual era una bendición aunque a veces lo sintiera como una maldición. Le costaba mucho limitar esa capacidad y no eran pocas las ocasiones en las que le llegaban informaciones de gente con la que se cruzaba por la calle.
Aquel día estaba saturado. Un montón de temores externos se le presentaron en su campo de maniobra. Era como si un pánico terrible se hubiera apoderado de la población. Un miedo a la muerte generalizado se había expandido, y el estaba sobrecargado de ese sentir. Ya no sabía si era suyo o de los demás. La gente había enfermado de panico. Una epidemia mental se extendía por toda la ciudadanía sin visos de mejora. Y entre tanto, nuestro protagonista se veía con la necesidad de aportar algo a los demás para que salieran de aquella situación.
Antonio sabía lo que era vivir el miedo a diario, lo que nunca había experimentado era observarlo en todas y cada una de las personas que se encontraba por la calle. Parecía que todos sufrían el dolor psiquico que a él le aquejaba desde hace años. Era como si  el mundo entero hubiera conectado con esa sensación de una muerte cercana tan familiar para el. No acababa de comprenderlo. Le resultaba irracional, que lo que le pasaba a el, le pudiera suceder a otras personas. Pero el «mal de muchos consuelo de tontos», no era algo que a él le hiciera sentir bien. Curiosamente se empezó a dar cuenta, que posiblemente en esta nueva situación él era una persona serena. ¿Quién se  lo iba a decir  ?.
Los supermercados empezaron a ser saqueados, los bancos atracados. Buenos ciudadanos perdieron el control, y empezaron a cometer tropelías sin descanso. La ciudad se había convertido en un caos. Como sensitivo, Jonás experimentaba lo que pasaba por la cabeza de los vecinos de la urbe. Del miedo pasaban a la desesperación, y de la desesperación a la violencia. ¿De donde venía está nube de pavor infinito?. Habría alguna solución al respecto para solucionarlo.
Se concentró más que nunca para buscar el origen de tan tremenda situación. Y comenzó a rastrear, y observar. En poco tiempo, ubicó el origen de esta sombra tenebrosa. Las personas de la ciudad habían consumido durante mucho tiempo, cine apocaliptico, sin darse cuenta de ello. Era como si un morbo descontrolado, arrastrara a ver una y otra vez, distopías, persecuciones zombies, y virus mortales. Y lo que ocurrió fue que cuando una masa critica de muchas personas, alimentó pensamientos e ideas, el inconsciente colectivo lo materializó. De ahi que el miedo y el panico se expandiera sin control. Estuvo tanto tiempo en contacto con las ideas y pensamientos que habían creado la dificil situación, que acabó igual que sus conciudadanos: con dificultades mentales, que se tradujeron en físicas. No le había dado tiempo a encontrar la solución y empezó a desvariar, pensando que iba a morir sin poder despedirse de su familia. Ante tan tremenda situación, decidió hacer lo que le enseñaron de pequeño. Rezar. Solo le quedaba la fe.
Antonio deambulaba en su casa de aquí para allá como un león enjaulado. Más no tenía miedo, ni sobresaslto por primera vez en mucho tiempo. Cada vez que ponía la tele, sentía una angustía y una tristeza absoluta. Pensaba que todo esa información tan tremenda, estaba influyendo de manera mas negativa si cabe en la situación social. Así que decidió quitarla y armado de valor salió a la calle gritandole a la gente, que dejara de ver la television. Le insultaron, e incluso quisieron agredirle, pero el decidió seguir con su cruzada. A voz en grito, contra viento y marea, aún teniendo la sensación de que nadie era capaz de escucharle, siguió haciendo una misión que jamás pensó tuviera valor para llevar a cabo.  La misión de desintoxicación.
Estaba tumbado en la cama, sintiendose peor por lo que imaginaba, que por lo que realmente tenía. A Jonás le había empezado a faltar el aliento por el ruido mental que habitaba su cabeza. No tenía capacidad de escucha.  Era como si estuviera enrocado en sí mismo, sin posibilidad de salir. Decidió rezar. Las oraciones se  repetían en la cabeza, una y otra vez. Padre nuestro que estás en el cielo. Dios te salve María. Angel de la Guarda.   De alguna forma aquello generaba  pausa en su mente derrotista. » ¡¡Dejad de ver la televisión!!».  Escuchó en su cabeza. ¿Lo había dicho él?. Posiblemente no. Lo volvió a escuchar mucho mas alto otra vez. «¡¡ Dejad de ver la televisión!!». La voz estaba cargada de una fuerza que sentía en todo su cuerpo. Le había despertado del letargo.
Mirò por la ventana y  abajo un hombre de mediana edad, con los brazos remangados, seguía con su alocución cargandose de ira.
Nuestro protagonista le llamó. «¡Sube porfavor necesito hablar contigo!».
Cuando subió. Antonio se presentó a Jonás. Le explicó porque había iniciado el pasacalles. También le hizo ver que su situación personal (hipocondriaco), le había hecho comprender mejor que nadie la situación. Hasta ahora no había conseguido nada, pero al menos había despertado a alguién del miedo.
«Amigo. Aunque no lo creas me has salvado la vida.  Y puede que con tu gesto hayas salvado mucho más.» Antonio, no comprendía lo que le decía el peculiar ser humano que tenía delante. «Nací con con mucha sensibilidad,  y creo que puedo encontrar solución a esta locura. Como bien te has dado cuenta, la televisión, el cine, las series, han generado la situación actual. Demasiados guiones orientados a los cataclismos. La primera solución sería programar en la televisión todo lo contrario. Mas no tenemos tiempo. La gente necesitaría años para devolver la cordura general con nuevas series o peliculas. Sin embargo, hay otra opción. Generar un shock de grandes dimensiones en el inconsciente de los ciudadanos.»
Antonio quedó pensativo. » ¡¡Podriamos prender fuego a la televisión!!» Añadió. Jonás rió ante la ocurrencia de su aliado. En ese momento miró al cielo buscando respuesta. Y cuando se realizan las preguntas adecuadas, el cielo suele responder. Una estrella fugaz recorría majestuosa el cielo. ¡¡Era tan brillante!!. Incluso llamó la atención de Antonio, que grabó la trayectoria astral con el telefono móvil. Jonás estaba fascinado. Tanto que por un momento se había olvidado de la pandemía y la situación crítica de la ciudad. ¡¡Claro eso era!!. La solución era que todos los seres humanos de aquella urbe, se encontrarán con la transcendencia de la luz. Pero ¿Cómo podrían hacerlo?.  ¿Cómo iban a a poner a tanta gente a mirar al firmamento? Las voces de Antonio no habían surtido apenas efecto. Debía haber una manera mucho más sútil. » ¿Por qué no publicamos el video que acabo de tomar, en televisión?». Apuntó Antonio». «Eso no tocaría sus corazones ni el inconsciente». Respondió Jonás.  «Pero si lo publicamos en un segundo plano de otras imagenes, (algo prohibido por otro lado) las personas acabaran captándolo y saldrán a sus ventanas a mirar a las estrellas.  ¡¡ Antonio eres un maldito genio!!!». Fueron a la sede de la televisión local y convencieron a los responsables de producción, para, intercalar pequeños fotogramas de la estrella fugaz, dentro los grandes fotogramas de una serie que estaban echando esos días sobre una epidemia. La actitud entusiasta de Jonás y Antonio, hizo, que aquellas personas también afectadas por la nube oscura, montaran el nuevo capítulo con los criterios aportados por los dos heroes. Lo publicaron aquella misma noche. La audiencia de la serie era enorme, así que el mensaje oculto llegó a muchas personas, que ya esa misma noche, sin saber porque, se dedicaron a observar a las estrellas. Jonás a través de sus sensibilidad, notó que el nivel de miedo había descendido sobremanera. Al dia siguiente repitieron proceso. Los operarios de televisión habían sido tocados por el milagro de la luz de la estrella fugaz, y montaron nuevos episodios retocados.  Cada día, nuevas personas superaban la ensoñación del miedo, hasta que esa sensación tenebrosa que hizo enfermar a una ciudad entera, desapareció por completo.
Pero no solo la ciudad había superado al pánico y al zozobra. Antonio había dejado atrás el miedo a morir solo, porque decidió revivir a una ciudad entera. Jonás, regresó a su vida de psiquico, y tumbado en la cama, volvió a escuchar los ruídos que de pequeño le habían impedido dormir. Lejos de asustarse, salió a su balcón, miró a las estrellas, y sonrió. El miedo no existiría jamás ni en su mente ni en su corazón.

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