¡¡¡Precaución amigo conductor!!

Era la primera vez que iba a dirigir una máquina muy familiar para él. El coche.

 

Había pasado toda la vida en el asiento de atrás o en el de copiloto, pero nunca guiando el vehículo. 

Los primeros pensamientos fueron: no voy a poder estar pendiente de tantas cosas a la vez. Desembragar, reducir, meter marchas, acelerar, decelerar,  y además de todo eso, guiar la dirección con el volante. Nunca pensó que conducir era parecido a ser un hombre orquesta, o un robot de cocina.

Nuestro protagonista quería sentir un coche en las manos. Para aprender decidió apuntarse a clases de conducción. Tras muchas dudas sobre a qué sitio acudir decidió hacer caso al siguiente anuncio de periódico:

¿Te gusta conducir? Para saberlo tendrás que aprender primero. Autoescuela Manolo. Con nosotros aprendió Sor Citroën.

A primera vista la publicidad de dicho centro no le llamó la atención, pero el dato de Sor Citroën fue definitivo para apuntarse a tan peculiar autoescuela.

Allí le esperaba el propio Manolo como Un hombre bajito, regordete, con cara redonda, y abundante pelo canoso. Su aspecto llamaba la atención pero no por su físico, sino  porque iba vestido con un mono rojo del equipo Ferrari. Esto y su rechonchez le hacían parecer una manzana humana.

Se presentó y acto seguido le hizo montar en un vehículo para aprender. “¿Voy a conducir ya?, ¿sin ninguna noción teórica?” Dudó. Manolo le preguntó “¿sabes andar?” Él contestó.  “Sí.” ¿Cuántas clases teóricas recibiste?” Ante el silencio, Manolo añadió: “no hay más preguntas señoría” y apostilló a “andar se aprende andando”.

El extraño profesor comentó en una breve introducción cómo funcionaba el aparato. El alumno estaba tenso. Antes de que  comenzara con una nueva reflexión interna, Manolo encendió el motor y aceleró el coche con los pedales que tenía  en el lugar de piloto profesor, lo que hizo que el novato reaccionara tomando el volante. “No lo pienses. Hazlo. Normalmente pensar las cosas cuesta más que hacerlas”.  Dijo la manzana de Ferrari mientras se reía a carcajadas al ver la cara de susto del aprendiz. A continuación, encendió la radio, en la que empezaron a oír con fuerza la canción de “Precaución amigo conductor”, lo que provocó las risas del alumno  haciendo que se relajara en el asiento. Curioso. Cada vez que él dudaba de sí mismo, el extraño maestro hacía una broma, o le dirigía hacia  un lugar en la carretera  donde la maniobra fuera muy compleja. Lo que buscaba era que el novato conductor  mantuviera la atención en lo que estaba haciendo y no en lo que estaba pensando.

Poco a poco, fue consciente de que en esa primera clase ya sabía llevar un vehículo.  La sesión duró unos 50 minutos y en todo ese tiempo había aprendido a hacer  lo que hacía cualquier experto conductor con varios años de carnet. Aparcó el coche y emocionado exclamó: ¡¡He aprendido en una clase!! ¡¡Es un milagro!” “ Un milagro es hacer posible lo que es posible”. Apostilló el profesor Manolo.

“¿Cuál es el secreto?”. Preguntó el discípulo. “Lo que crees los creas”. Contestó el maestro. “Entonces ¿si creo que el Valdemoro puede ganar la Champions ocurrirá?”. “Tampoco hay que pasarse”. Respondió el sabio profesor sonriendo ante la ocurrencia del alumno.

El alumno salió del coche y se despidió de Manolo con un abrazo, preguntándole “ ¿crees que ya estoy preparado para conducir’”.   “Siempre lo has  estado y mi deber era recordártelo, pero por favor no olvides una cosa¡¡¡precaución amigo conductor!!!” .

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