El hombre que sembró su corazón

Había una vez un hombre que pensaba demasiado. Aunque su cabeza tenia un tamaño normal, era increíble que en aquella pequeña esfera se movieran tantos pensamientos a tan alta velocidad. El resultado de aquella particularidad es que vivía desconectado de su interior, o lo que es lo mismo, del corazón y las emociones.
Esta no era una cuestión baladí, pues consideraba su vida sentimental como un fracaso. Conocía a una mujer. Se engañaba idealizándola. Después trataba de colocar la relación en la mente, y al final….todo se resquebrajaba por completo pues existía mas pensamiento que sentimiento.

Y así de flor en flor nuestro protagonista  iba relacionándose cada vez peor consigo mismo considerándose culpable y merecedor de lo que estaba viviendo.
Tenía tanto miedo al amor, que el pánico se apoderaba de él cada vez que una nueva dama aparecía en su vida.  Para nuestro protagonista,  dar el paso a sentir dejando el ruido mental atrás era poco más que un salto al vacío.
Pero la existencia es como es, y en un momento de su vida apareció una persona que le hizo remover los cimientos de su mundo interno.

Se llamaba Ángela, y por lo que fuera, conocerla, tenía algo de diferente a otras situaciones. Aunque había una parte muy mental en el encuentro, en lo más profundo la sensación de reconocimiento y complicidad entre los dos era muy fuerte. Mirándose a los ojos eran capaces de ver tantas cosas el uno en el otro, que empezaron a sentir mucho miedo. De forma inconsciente empezaron a usar las herramientas que ya sabían para controlar la situación. El jugaba con la prisa y una falsa seguridad en si mismo, mientras  ella usaba el «sí pero no», como si del juego del pañuelo se tratara.

Un día ella desapareció. El sintió que se iba. No era la primera vez que le pasaba. Era un experto en mujeres que parecían volatilizarse tras encuentros llenos de magia. Javi se dejó llevar por la pena, la rabia y la incomprensión. ¿Como podía Ángela haberle dicho que le amaba para después salir huyendo de esa forma?.      Tomó aire. Quizás estaba exagerando. Quizás ella tan solo necesitaba un hueco de respiro entre tanta semana intensa vivida en la gestación de lo que nadie se atrevía a ver como una relación. Aún así la cabeza repetía una y otra vez » ¿Cómo ha podido hacerme esto?»

Estaba viviendo con mucho dolor la situación. Ni comprendía, ni sabía porque se sentía así, ni que es lo que le estaba pasando. A nivel emocional notaba que había tocado fondo. El sentimiento de abandono que le embargaba era tan grande que apenas veía más allá, y  ahogado en el llanto y sin ningún tipo de consuelo, pasaba las horas mas oscuras del día.

Una de aquellas noche de insomnio a las que ya se había habituado, decidió irse a caminar al campo. Las lágrimas como de costumbre brotaban de los ojos sin saber la razón. La rabia contra Ángela iba en aumento, y su dolor era tal que apenas podía respirar. Se tumbó en la oscuridad de la noche a mirar a las estrellas nublados sus ojos por el agua de la tristeza. Momentos después, cuando más ahogo sentía, tomó conciencia. Su pesar no era provocado por aquella mujer. Ni siquiera, por todas las que hubo antes. La carencia de consuelo, afecto y cariño, venía de la infancia.

Las horas pasaron. Sin darse cuenta ni cómo ni cuándo, cerca de él había surgido una figura luminosa, de aspecto angelical y  voz suave: » deja que el dolor surja, es la única manera de abrazar el amor». Javi pensaba que la híper ventilación le estaba jugando una mala pasada, así que no contestó y siguió mirando al cielo. De nuevo el ser de luz interfirió » Estás mirando a casa. Hace mucho tiempo decidiste venir aquí para vivir la experiencia de la tierra. En tu interior no existe el odio, ni el conflicto, ni la rabia. No existe el abandono, ni la dependencia emocional, y mucho menos el apego. Tú decidiste bajar y abrazar toda esta densidad para mostrar al mundo el camino a la libertad. Viniste a enseñar el camino del amor.» Esta vez si reaccionó. » Son las dos de la mañana y una bola de luz me habla como si me conociera. Lo único que sé, es que estoy a punto de volver a romperme por dentro. El resto me da igual. ¡¡Si por mi fuera mandaría todo a la mierda!!». “ No lo has hecho porque en el fondo sabes que tu naturaleza es diferente. En tu interior late un corazón colmado de capacidad de amar. ¡¡Libérate de una vez!!. ¡¡Entrega todo aquello que no es tuyo y  sobra!!!. ¡¡Muestra toda tu esencia!!. ¡¡Ilumina al mundo!!.» Al decir estas últimas palabras, la luminiscencia desapareció.
Javi comprendió entonces que aquella situación representaba la de tantos hombres y mujeres del mundo, a los que el miedo les impedía vivir el amor. Él era un reflejo vivo de todos ellos.

Minutos mas tarde sintió un dolor en el pecho, tras comprender su historia personal. Por primera vez, tuvo claridad para ver que la rabia surgía de la pena de haber amado a mujeres que terminaron marchándose. La molestia torácica se había hecho insoportable. Había llegado el momento de morir. Con lágrimas en los ojos que pertenecían al espíritu del mundo, sacó el corazón del pecho y lo ofreció a la tierra. La madre física que le sostenía. Mientras, recordaba y sentía a todos esos seres humanos incapacitados para amar incondicionalmente. Se arrodilló. El corazón lucia en sus manos y los ojos le resplandecían con la luz de las estrellas. Buscó el suelo y allí lo enterró. La sangre no brotó de su cuerpo, pero si lo hicieron unas palabras, » el amor me dio la vida y con amor me voy de ella». Cayó al suelo fulminado en brazos de su querida Gaia y allí en los últimos instantes recordó a Ángela,  papá y  mamá, y a todos aquellas personas que habían pasado por su vida. Nunca supo lo que había venido a hacer al mundo, ni de donde venia, pero en aquel instante se sentía más cerca de casa.

La noche quedó atrás. Al día siguiente Javi despertó sin esperarlo. Miro su pechó. Tenía un nuevo corazón, y en el lugar donde había enterrado el que fuera el suyo, había surgido un árbol. El árbol del perdón. Tenía raíces profundas y daría sombra a todo aquel que estuviera dispuesto a acercarse.
Tras la redentora experiencia, regresó a su vida. Ahora la inseguridad se había convertido en certeza, la dependencia en paciencia y había alcanzando la paz interior. Todo el mundo a su alrededor noto el cambió y quiso contagiarse de él.

En la vida morir al amor es vivir para siempre. Tenemos un corazón libre, solo hay que tener el valor de hacerle caso.

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