Nacido para la épica

El efecto de la anestesia unido a la hipoxia que generó quedarse atascado en el estrecho canal del parto, le provocó repercusiones de salud crónicas. Nació adormecido y con poca actividad cerebral. Las consecuencias fueron, dificultades de locomoción y de compresión. 

El colegio no fue fácil para él. Sus padres le estimularon y apoyaron en todo lo que pudieron para mejorar la calidad de vida que pudiera tener. Acabó la primaria con esfuerzo y decisión. Ahora, la secundaria aparecía en el horizonte como una aventura apasionante. 

El admirante fue abatido. La pólvora alcanzó la pierna y el brazo izquierdo. Perdió ambos. Era un hombre que en batalla, tenia  como prioridad  la seguridad de sus hombres, muy por encima de la suya. Pudo haber muerto. Por delante tenía un periodo largo para recuperarse de sus heridas. Algunos de los compañeros de jornadas bélicas le sugirieron abandonar la disciplina militar al estar disminuido en sus facultades, pues en otra escaramuza bélica había perdido el ojo. Rechazó más de una vez la propuesta: » Mi alma  sigue siendo libre. Protegeré siempre que sea necesario estos mares, capitaneando los veleros del ejército que representan a mi amado país.
No sé si Dios está de nuestra parte en estos conflictos. Sin embargo, mi corazón me dice que el mismo altísimo me ha otorgado la misión de  proteger estas tierras llamadas las Indias del enemigo Inglés. Siendo así acepto el destino que él tenga para mí».
La secundaria fue un tremendo suplicio desde que comenzó. La carga lectiva se multiplicó y los resultados empezaron a ser malos. Acercarse al aprobado le suponía un esfuerzo cicopleo y no pocas decepciones. La frustración hizo acto de presencia. Los docentes se desentendieron de sus particularidades como alumno. Los compañeros tampoco estaban dispuestos a generar vínculos con él. La tan manida integración era más una palabra que una situación cotidiana. En el tiempo que llevaba en el centro educativo, tomó conciencia de una amarga realidad. Las personas que allí interaccionaban, tenían enormes dificultades para comprender y acompañar a  aquellos que no seguían el ritmo de aprendizaje de la mayoría. Desencantado comenzó a faltar a clase.
Altos mandos de infantería comenzaron a mirar con recelo al tullido almirante. Alguien con dificultades para moverse o cuidar de su cuerpo, no era la persona más adecuada para dirigir los destinos de un ejército, y menos, una flota de barcos defendiendo una ciudad. Algunos de sus enemigos íntimos trataron de aprovechar la situación para denigrarlo y así aspirar a su rango. Para ello enviaron una carta a la corona en la que exponían la delicada salud del determinado marinero. Él era conocedor de la situación. Lejos de sentirse traicionado o de perder la confianza en sí mismo, el héroe de guerra, hizo saber a sus hombres de confianza que jamás renunciaría al mando. Seguía manteniendo la fe en si mismo intacta. Además, tenía la certeza de que la vida le necesitaba en las Indias para poner solución a un conflicto que estaba por llegar.
Noticias trajeron de la madre patria. La corona al tanto de la información  de los traidores al almirante, le ofrecía riquezas y la medalla al valor a cambio de que el heroico soldado depusiera las funciones en el ejército. 
El medio hombre ( como era conocido entre sus críticos) decidió escribir a los reyes de su país para explicarles porque nunca abandonaría el cargo que le habían otorgado. Aquella carta jamás llegaría a su destino.
Pasaba parte del tiempo en un parque escuchando música, mientras observaba a un grupo de ancianos jugar a la petanca. Cualquier cosa era mejor que regresar al instituto.
Los viejecillos que disfrutaban del juego que les hacía reunirse, se familiarizaron con la presencia de aquel joven. Le veían llegar todas las mañanas al parque no sin ciertas dificultades de locomoción. Él estaba absorto en la música que escuchaba a través de los cascos, no se cercioró de que los abuelos le tenían vigilado de alguna forma. 
Llego el día en el que uno de los ancianos decidió compartir banco con el muchacho. » ¿Qué tal chico?»¿Cómo va tu mañana?» Interrumpió con cariño. Sorprendido nuestro protagonista se quitó los cascos contestando » Bien, bien». » ¿Mejor que en el instituto verdad?». Dedujo el agradable viejecillo. «Mucho mejor» Afirmó con humildad el joven. » Me miran como un bicho raro. A la gente, les causo compasión miedo». 
» Tus compañeros y tu estais en una edad complicada. No es la etapa más propicia para ser auténtico.  Tranquilo la adolescencia es una enfermedad que se cura con los años». Añadió comprensivo el buen hombre. » Me cuesta mucho estudiar. No voy al ritmo del resto y sigo sin encontrar ayuda entre los profesores». Compartió el chaval con dolor.
» Si te liberaras de la necesidad de reconocimiento estarías más tranquilo hijo. Yo era como tú. Quería  ser aceptado por profesores, amigos y padres. Sin embargo, un día me di cuenta que dentro de mí, existía un héroe con todo lo necesario para sacar adelante la más difícil y apasionante de las aventuras: la vida. Por eso te digo, que tú también eres ese héroe  en tu interior. Olvida la aprobación de los demás. Con suerte, no llegará nunca. Céntrate mejor en lo que te apasiona, en lo quete gustaría hacer el resto de tu vida». El chico aceptó en silencio el regalo que aquel entrañable abuelo le estaba haciendo. Acto seguido se acercó otro de los practicantes de petanca para ayudar al viejo a levantarse del banco. En ese momento el joven se cercioró por primera vez  que el anciano era ciego. » Lo ordinario puede cambiar a extraordinario con un cambio de mirada. Para mirar de esta manera, no es necesario ver». Añadió el vetusto sabio mientras se alejaba agarrado del brazo de su compañero de juego.  
Llevaba varios días observándolos jugar y nunca pensó que uno de los que allí participaban fuera ciego. De hecho, no era el mejor de los ancianos y tampoco peor. Sabiendo la particularidad de aquel gran hombre todo tenía una dimensión diferente. Días más tarde el abuelo le contó quién era. Lo que parecía un modesto  jugador de petanca entre videntes, se acabó convirtiendo en  un campeón olímpico y mundial  de boccia entre invidentes. Había consagrado parte  de su vida a la pasión por el deporte que aprendió a practicar. Ahora retirado de toda competición disfrutaba de los años que le regalaba la vida junto con su mujer, sus hijos, sus nietos y sus amigos.  La vida no le había exigido nada más que ser feliz.
El ejemplo de aquel hombre cambió la visión del joven. Decidió volver a los estudios sin prisa. Tardaría lo que fuera necesario en sacarse el bachiller. Ahora su prioridad no era académica sino disfrutar de la actividad que mejor le hacía sentir: nadar. Las dificultades motrices y cognitivas pasaban a un segundo plano en el agua. Por ello decidió que el cambio de mirada, lo dirigiría al fondo de los océanos. La existencia comenzó a sonreírle. 
» Un gran milagro ha ocurrido en nuestra tierra. Barcos estranjeros pertenecientes a la corona Inglesa, sitiaron nuestras amadas costas. Nuestro enemigo era diez veces mayor en soldados y barcos. Algunos de los cargos militares españoles que defendían la ciudad  huyeron con sus hombres ante la inminente derrota.
Solo una decena de naves y cuatro mil hombres , fuimos capaces de resistir lo que parecía iba a ser un fatal desenlace. Más ese esperado final nunca llegó.  El almirante Blas de Lezo, guió nuestro destino con astucia y constancia . Era imponente verle dirigir al ejército en primera línea, careciendo de un brazo, una pierna y un ojo. Contagió de valentía a todos los que participamos de la defensa de este bello lugar. Es curioso, le llaman el medio hombre. Y sin embargo no he conocido ser humano con tanta confianza en la vida y en la providencia. 
Hoy somos libres de una amenaza tremenda gracias a él. No sé si lo que he podido ver y vivir pasará a la historia de las batallas. Si sé que un tullido de guerra considerado un ser  ordinario, se ha convertido con su ejemplo en alguien extraordinario. Que Dios le bendiga el resto de su vida»
21 de Mayo de 1741. Cartagena de Indias.
A los pies de estatua de Blas de Lezo, se encontraba el submarinista, que días atrás encontró junto a sus compañeros los restos de algunas de las naves hundidas en el sitio de Cartagena de de Indias. Acababa de leer uno de los documentos que dejaban constancia de la grandeza de lo que allí aconteció.  Era un nota escrita por el administrador de la ciudad, una de las pocas personas que sabía escribir por aquel entonces. Al rato se acercó hasta él uno de sus colegas de expedición con un periódico en la mano. » Salimos en portada». » SUBMARINISTAS ESPAÑOLES ENCUENTRAN UNA CARTA DE BLAS DE LEZO A LA CORONA ESPAÑOLA ANTES DEL SITIO DE CARTAGENA DE INDIAS.
En la portada aparecía una foto con cinco hombre con traje de buzo y cofre lleno de papeles que milagrosamente se habían mantenido intactos en el fondo del mar. » ¡¡Salimos guapos eh!!» Dijo el portador del periodico con una sonrisa. » Por cierto me han llamado del mismo diario. Quieren hacerte una entrevista. Se han enterado de que tienes paralisis cerebral leve. Un tipo que realiza expediciones en las profundidades del mar con tus dificultades de movimiento es un heroe. Te lo he dicho muchas veces, para nosotros tus compañeros, eres un ejemplo». Se encogió de hombros y bromeando añadió. «¿Quíen sabe?, quizás soy la reencarnacion del medio hombre Blas de Lezo». Ambos amigos rieron con la ocurrencia.
Año 1741 de nuestro Señor.
Respondo agradecido a la oferta de SSMM. Para mi sería un honor recibir la medalla del valor y las comodidades que me ofrecen en pos de dejar mi plaza en este lugar del mundo. Más mi vida es el ejercito y la defensa de la justicia. Nací soldado y moriré soldado al servicio de la corona y de España. Más si le soy sincero SSMM mi destino aquí responde a un plan mayor que ni yo soy capaz de comprender. Quizás mi conocimiento ya no le pertenezca a mi patria, si no a la vida y a su gran hacedor. Desde hace tiempo siento que nací para el momento que está por llegar.
Una cosa más SSMM, no tome represalias contra los hombres que en estos días han abandonado la ciudad, pues quizás alguno de ellos en un fúturo se conviertan en el heroe que nacieron para ser. Al fin y al cabo, lo ordinario se puede convertir en extraordinario con una cambio de mirada».    
Cartagena de Indias. 1 de Febrero de 1741.

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