Sol Y Cielo

Hace ya mucho tiempo en una pequeña tribu Piel Roja nació un niño al que llamaron Sol de Rayos Serenos.

Llegó en el momento del año en el que el Espíritu de la Naturaleza daba protagonismo al astro rey y al calor. Era verano. De ahí que recibiera el nombre de nuestra gran estrella.

 

Sol creció fuerte y libre ayudado por su padre Alas de Águila Cazadora y por su madre, Osa que Acaricia el Alma.

Su hermano y compañero de correrías ( León de Rugido Sincero) también contribuyó a que Sol se convirtiera en un Piel Roja de una gran sabiduría y presencia.

El caso es que el tiempo pasó y llegó el día en que nuestro amigo debía superar las pruebas del guerrero para obtener la mayoría de edad. Todos los jóvenes indios de aquella aldea eran convocados para un ritual.  El rito consistía en que cada uno de los allí convocados debía elegir caballo y domarlo. Una vez conseguido el primer paso, y tras familiarizarse con el animal se dirigían ayudados por él a la Montaña de la Noche donde debían sobrevivir durante una semana sin más medios que sus propias manos.

Aquella jornada Sol estaba muy nervioso. Su padre y su hermano habían sido los mejores de la tribu el día del ritual. Además, sentía mucho respeto por los caballos y no sabía que podía pasar. Pero si algo le sobraba a dicho piel roja era valentía, así que cuando soltaron a los equinos en el momento que se iniciaba la celebración, Sol se dirigió a la carrera a por el más indómito de la manada. Un Pura Sangre negro como la noche, de aspecto y comportamiento fiero. Se miraron a los ojos, se tantearon, y en el momento que el piel roja agarró con fuerza las crines del caballo, éste le propinó una coz tan fuerte en el pecho que cayó con varias costillas rotas al suelo. El ritual había acabado para él. Había fracasado. Sol no sería un guerrero.

Padre y hermano fueron a consolarle. Comenzaron a curarle las heridas del pecho sin palabra o reproche. Sólo con amor, dedicación y comprensión. Los hombres de aquella familia se unieron para apoyarse como ya hacían otros. Al llegar a casa la madre le recibió con sus caricias, palabras dulces y cuidados. Más todo eso, no era suficiente para Sol. En su interior estaba roto. El corazón estaba aprisionado por las costillas física y anímicamente. Lloraba constantemente, y apenas salía del Kippy. Su fuego interior se había apagado.

Pasaron varios días antes de que decidiera salir  a pasear por el poblado.  En el  deambular se encontró con su amiga desde la infancia: Cielo Naranja de Primavera. Era una mujer atípica entre las de aquella tribu. Se comentaba que el gran Manitou le había otorgado el don de comunicarse con la Pachamama y lo que en ella habitaba. Al ver a Sol en ese estado en que se se encontraba se acercó a él preguntándole: «¿Qué sueñas ?». » En los últimos días, sueño poco Cielo. Mi sueños se esfumaron con aquella coz». Contestó él.

» La vida está llena de sueños Sol, y siempre da otra oportunidad. ¿Has pensado que dentro de un tiempo volverá a haber un nuevo ritual?».

» Lo se, pero ya no será igual. He mostrado al mundo mi vulnerabilidad. Un guerrero vulnerable no ahuyenta enemigos».

» Tu eres un guerrero diferente. La fuerza bruta nunca hubiera domado al caballo que elegiste. Y si lo hubiera hecho, la desconexión entre jinete y animal hubiera adelantado la muerte del Pura Sangre al sentirse sometido. ¿Te has parado a pensar la duración que tiene la vida de los caballos que son usados en el ritual?. ¿Acaso no te has notado que suelen morir antes de la vejez?». Apuntó cielo. Era cierto… Solían durar menos años. Sol no se había dado cuenta de ese detalle.

» ¿Tampoco eres consciente de que elegiste a aquel caballo porque es como tu?. Libre y salvaje. A alguien así sólo se le puede domesticar desde el amor». Añadió la bella mujer.

Sol quedó sorprendido. Las palabras de Cielo tenían profundidad y sentido. Nunca se había planteado cuestiones tan profundas. Cielo era una mujer fascinante que veía en él, cosas que nadie había visto hasta ahora. » Me habían dicho que eras sabía. Nunca pensé que tanto. ¿Que sientes que puedo hacer para convertirme en guerrero?.» Preguntó Sol.

» La respuesta está en tu interior y a tu alrededor.  La naturaleza da pistas. No puedes acelerar el crecimiento de un árbol. Si lo haces, le dañarás. Sin embargo, con los debidos cuidados puedes hacer que crezca más fuerte y bello. Quizás te vendría bien pasarte una temporada en la Montaña de la Noche. Allí hayarás muchas respuestas». Concluyó Cielo.

Nuestro protagonista decidió hacer caso a su amiga. En el interior una nueva ilusión le había surgido y el corazón había recomenzado a sentir. Las palabras de Cielo no sólo le habían inspirado, sino que además habían despertado un sentimiento interior que nunca antes había experimentado. Guiado por unimpulso indomito e irrefrenable, Sol se introdujo  en la Montaña de la Noche y permaneció allí por un mes.

Volvió cambiado. Su mirada era distinta y su actitud parecía mas firme. Irradiaba paz. Justo en la salida del camino, Cielo le estaba esperando.  En aquellos días el joven indio había convivido con animales y plantas, comprendiendo sus ciclos y colaborando con ellos.  De esta manera la naturaleza le proporcionaba el alimento, sin usar esfuerzo ni imposición. Sol había puesto su fuerza al servicio de la Madre Tierra, no en contra de ella.

Cielo le recibió, con una mirada profunda en la que se trasmitieron el mensaje de sus corazones. Le tomó de la mano y le llevó al lugar donde de nuevo se iba a celebrar el Ritual del Guerrero. Allí estaban todos los jóvenes indios esperando a la suelta de los equinos. Esta, no tardó en producirse. Sol de nuevo se dirigió a por el indómito Pura Sangre al que no pudo domar.  Poniéndose delante de él, se arrodilló en señal de respeto. El animal agachó la cabeza incitando a que Sol a subiera sobre él. Todos los miembros de la tribu se quedaron impresionados. El joven comprendía la naturaleza del animal sin imponerse, y el caballo le mostraba su respeto con amor. Si fácil fue domar al en otro tiempo ingobernable Pura Sangre, la semana posterior en la Montaña de la Noche se le hizo muy liviana, pues de alguna forma, y tras un mes en convivencia con el la Pachamama Sol formaba parte de aquel lugar. Al regreso de completar el ritual, muchas personas del campamento indio salieron a su encuentro con miradas de admiración en sus caras. Querían que les enseñara a comprender la vida como él. Desmontó del bello Pura Sangre, y dirigiendose a donde se encontraba Cielo, se arrodilló ante ella. Acto seguido, se levantó la cojió de las manos  y mirandose a los ojos de manera interminable proclamó. «Esta es la mujer que me ha mostrado el camino, y esta es la mujer que me ha enseñado donde esta mi corazón. Si alguién quiere saber como me he convertido en guerrero, ella os guiará».

Todos los hombres y mujeres de la tribu se arrodillaron en señal de respeto a Cielo. A partir de ese día la sabia india fue convertida en la Jefa de la Tribu y Sol en su marido y Guerrero protector. Sin  la magía de ella la vida  hubiera sido muy diferente en el poblado. Sin la fuerza y el valor de él, ella nunca hubiera podido compartir sus prodigios. Y es por eso que Sol y Cielo son  inseparables. Nunca puede haber un cielo sin sol, o un sol sin cielo.

 

 

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