Ya no había marcha atrás. Estaba decidido a encontrarme con la propia esencia. Era tan consciente de que mi vida había sido una sucesión de egos de supervivencia que ya no podía soportarlo más. Ni mi cuerpo, ni mi propia coherencia interna me lo permitían ahora. Así que decidí adentrarme en las profundidades del ser para descubrirme.
Un día armado de valor, cogí la mochila y el coche y decidiendo viajar. ¿Dónde? El corazón me guiaba. Así que sin saber muy bien porque aparecí en una playa desértica, donde la Luna iluminaba el firmamento aquella noche. La visión no podía ser más hermosa. Allí sin saber porque me tumbé a dormir. Al día siguiente me despertó una sol radiante de verano. Ya no estaba sólo en la playa. Había una pareja de octogenarios paseando por allí. El se llamaba Juan y ella Julia. Se acercaron y me saludaron con alegría.» Buenos días joven, ¿has pasado buena noche?». Preguntó Juan. » Es la primera vez que duermo bien en mucho tiempo». Respondí. “Cuando tengas mi edad te darás cuenta que las preocupaciones y los miedos son una pérdida de tiempo. La vida pasa como un suspiro. Pero ahora es difícil que lo veas». Agregó el anciano. “¿Se puede saber que le quita el sueño a un hombre tan guapo como tú?». Me preguntó Julia. Sonriendo respondí. “La belleza esta en los ojos de quien mira. Hace tiempo comencé un proceso de vuelta a mi interior. Coincidió con un problema de salud que poca gente a mi alrededor creía. Por el camino he encontrado a gente maravillosa que me han guiado y acompañado. Sobre todo una mujer que es muy especial para mi. Lo único que ocurre es que la sanación ha ido acompañada de cambios en mi manera de ver la vida. Soy consciente de que quien creí ser yo, era una construcción de una personalidad que hasta ahora buscó reconocimiento y valoración externa». La anciana me miraba con cariño» No sientas culpa lo has hecho lo mejor que has podido. E incluso engañado por ese yo que no eres, estoy segura has sabido dar amor». Sorprendido me dejaron sus palabras, por su cercanía. Me sentía comprendido.
“Ahí delante te espera el mar joven amigo. Te sugiero te sumerjas en él todo lo que puedas, quizás así serás consciente de más cosas». Sugirió el abuelo.
Aquella pareja despertó en mí confianza y ternura, así que les hice caso, y con paso firme me dirigí al mar que se encontraba en un estado apropiado para nadar. A medida que iba dando pasos, sentía que el agua iba cubriendo partes de mi cuerpo, y una multitud de emociones relacionadas con hechos de mi pasado me fueron sobreviniendo. Cuando me quise dar cuenta mi cabeza estaba totalmente hundida bajo el agua. Trate de pelear para salir a la superficie. Lo único que conseguí era hundirme más, así que en un momento dado me rendí y acepté lo que me estaba ocurriendo: Las emociones me estaban embargando. Para saber quién era necesitaba sentir lo que me ocurría. Esta toma de conciencia provocó que mi cuerpo saliera a flote en un mar calmado por completo. Allí disfruté flotando unos minutos mientras el Sol pigmentaba por completo una piel ya de por si morena.
Regresé a la arena de la playa emocionado. donde esperaban Julia y Juan. Los abracé con una gratitud impropia de personas que se conocen en poco tiempo. Sonreían. Aquella tarde la acabamos contemplando el atardecer en silencio. Cuando anocheció les ofrecí, acercarles con el coche a su casa. Se negaron. Preferían ir dando un paseo.
Por la noche volví a dormir placenteramente sobre las dunas de la playa. En mi fuero interno se había instalado un silencio mental muy alejado del ruido que me provocaba la vida diaria tan pendiente de móviles, o de problemas de trabajo. Dicho estado desarrollaba mi intuición y conectaba mi esencia con la naturaleza abriendo mi corazón sintiéndome parte del mundo.
A la mañana siguiente apareció Juan. Venía sólo. Al parecer Julia se había quedado en casa. . » ¿Cómo has pasado la noche joven amigo?». Se me dirigió a mi con el cariño del primer día. “Muy bien. En la naturaleza me reconozco. Este es un lugar mágico». “Así es. Esta playa tiene más historias de las que crees». Me respondió enigmático.
“Vengo a proponerte. Quiero que sientas tu interior como un tubo vacío, y que dejes que pase a través de ti, la energía del lugar». Lo que me invitó a hacer sonaba muy extraño, mas creí en él y accedí. Me dio una serie de indicaciones y mas tarde me aconsejó colocarme de pie, con los brazos abiertos. El efecto no se hizo esperar. Noté una sacudida que entraba por mi corona, lo que hizo que las manos me ardieran. Mi cuerpo súbitamente comenzó a asimilar aquel proceso de manera natural. “Eres un sanador. Hasta que no te comportes como lo que eres, será difícil que seas feliz y libre». Sin ser excesivamente claro comprendí el mensaje. Su traducción era : sólo cuando estamos alineados con lo que somos, logramos brillar y hacer que lo que hay alrededor lo haga también. Una vez terminamos tan extraña actividad Juan se marchó. El abrazo de despedida fue más fuerte y cariñoso que el del día anterior. Dando un paseo se alejó de la playa.
Mi tercera noche en la playa tuve un sueño muy bonito. Soñé que corría por el campo de la mano de un niño que reía a carcajadas. El niño era yo cuando tenía 5 años. Jugaba feliz sin miedos ni preocupaciones. Volvía a ser inocente.
La noche pasó y llegó un tercer día. Por la mañana me sumergí en el mar y tome el Sol. A media tarde vino a visitarme Julia. Venía sola. Como casi siempre sonriendo. Me abrazó y me besó en la mejilla. » ¡¡Quien tuviera 40 años menos!!». Bromeó socarronamente. Agradecía mucho sus piropo y su cariño. Me tocó el pecho en el lugar del corazón. » ¡¡la de veces que se habrá roto y la de veces que lo has recompuesto!!. ¿Te das cuenta de la fuerza que tienes en él? «Preguntó. Sus palabras me emocionaron. Llorando respondí. “Me hubiera gustado recomponerlo menos veces de las que lo he hecho, y no haber contribuido a que otras personas tuvieran que reconstruir el suyo». “Eres un hombre valiente, atractivo y amoroso. En el momento que te lo creas serás consciente de una cosa; No hace falta hacer méritos con nadie para ser amado. Si has venido a vivir en pareja, quien quiera que sea te querrá como eres. Irradias una belleza que nunca pasará desapercibida. Tu capacidad de amar no tiene límites. De ti depende dar un paso al frente». Recordé entonces a la mujer tan especial que me acompañaba en mi proceso. Mirada, sonrisa, inocencia. ¡¡Era tan linda!!. Claramente vi en su belleza el reflejo de la mía y viceversa. La anciana al verme conectado con la imagen de mi pareja, se despidió de mí con lágrimas en los ojos. » ¿Que pasa Julia algo va mal?» Quise saber. «Me recuerdas tanto a Juan cuando le conocí… Se había recompuesto emocionalmente tantas veces que parecía un muñeco de trapo. Y aún así tuvo el valor suficiente para querer amar y ser amado…hasta el final». Esta última frase vino acompañada de un profundo sollozo. Abrazándola con fuerza, sentí el inmenso corazón que tenía aquella dama de apariencia afable y gestos cariñosos. Fue nuestra manera de decirnos adiós. Mientras se perdía en la lejanía camino de vuelta a su hogar observaba el paso firme y armónico de mi gran amiga. Una admiración sin limites por aquella pareja había ocupado mi corazón.
La última noche dormí lleno de gratitud. Si soñé no lo recuerdo. Quizás no hacía falta. Quizás como dijo Calderón de la Barca la vida es en realidad el sueño. Sí recuerdo como desperté al día siguiente, pues alguien lo hizo tocándome en el hombro. Se trataba de un agente de la Guardia Civil.
» Perdone caballero ¿sabe dónde se encuentra?. Esta playa se cerró hace tiempo. El pueblo más cercano quedó vacío hace 20 años. ¿Qué hace usted por aquí?.» Le explique muy por encima mi situación y mis encuentros con Juan y Julia. El rostro del benemérito cambió. Acercándose a mi, tras ir al coche a recoger algo, me mostró una foto en la que salían ambos. » ¿Es esta la pareja a la que se refiere?». Preguntó. «Si esos son». Respondí. «Lo que me cuenta es del todo imposible caballero. La pareja de la foto murió ahogada en la playa. La historia fue famosa en televisión. Julia (que así se llamaba) tenía un cáncer terminal. Por ello, ambos decidieron tomar, un gran número de somníferos antes de meterse en el mar para morir juntos. Es una bonita historia ¿No cree?». Me preguntó el guardia civil.
Un escalofrío me recorrió cuerpo. Durante tres días Juan y Julia me habían guiado desde un lugar que no comprendía y me habían ayudado a encontrarme. Mientras el coche de la benemérita se alejaba yo me quedé en la playa reflexionado sobre lo vivido. Sobrecogido, decidí que era el momento de regresar. Cogí mis cosas, arranqué el coche y al comenzar a alejarme de la playa vi por el retrovisor como una pareja de ancianos me saludaban agarrados de las manos desde la distancia. La inmortal pareja me estaba diciendo adiós, pero antes me habían ayudado a decirle hola a una nueva vida.