El hombre que sembró su corazón

Había una vez un hombre que pensaba demasiado. Aunque su cabeza tenia un tamaño normal, era increíble que en aquella pequeña esfera se movieran tantos pensamientos a tan alta velocidad. El resultado de aquella particularidad es que vivía desconectado de su interior, o lo que es lo mismo, del corazón y las emociones.
Esta no era una cuestión baladí, pues consideraba su vida sentimental como un fracaso. Conocía a una mujer. Se engañaba idealizándola. Después trataba de colocar la relación en la mente, y al final….todo se resquebrajaba por completo pues existía mas pensamiento que sentimiento.

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La búsqueda de sentido

Había una vez un niño llamado Javi. Era un pequeño muy vivo y sonriente. Sus papas le enseñaron pronto a rezar. Jesusito de mi vida, Angel de la guarda, Cuatro esquinitas. Lo hacía con fervor y con mucho entusiasmo, pues se sentía protegido y cercano a ese padre que todos tenemos. Le gustaba mucho ir a misa de niños los domingos con papa y su Chache. También se sentía muy feliz, sobre todo cuando llegaba la Navidad, Semana Santa y el día del Corpus en el cuál la abuela, le compraba el primer helado del año.

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La playa de mi misterio

Ya no había marcha atrás. Estaba decidido a encontrarme con la propia esencia. Era tan consciente de que mi vida había sido una sucesión de egos de supervivencia que ya no podía soportarlo más. Ni mi cuerpo, ni mi propia coherencia interna me lo permitían ahora. Así que decidí adentrarme en las profundidades del ser para descubrirme.

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Viaje al centro del corazón

Hacía mucho tiempo que mi anatomía y fisiología avisaban. Algo tenía que cambiar.
La sensación de fatiga me acompañaba.
Primero fue el hígado el que dio la voz de alarma. Aquel proceso que duró un tiempo no hubiera sido igual sin la ayuda de aquella dama amorosa.
Después fueron mi intestino y mis riñones los que pidieron tregua. Era como si todo el cuerpo me hubiera dicho que ya era hora de cambiar de piel, y lo hacía por partes. Poco a poco. Sin prisas.

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