Un choque, una coincidencia, un destino

De alguna manera todos somos adictos a algo. Relacionamos la adicción con un número limitado de sustancias, sin embargo  la pueden generar aquellos hábitos que nos quitan la angustia ante cambios o situaciones en las que no tenemos el control. 

Esta es la historia de un adicto que no sabía que lo era. Esta es la historia de Pedro el controlador.

Hace no mucho tiempo, existió un hombre llamado Pedro cuyo trabajo era ser controlador aéreo. Era de los mejores en su gremio. Una auténtica institución, además de un gran compañero muy querido y admirado a partes iguales. Más Pedro tenía una gran dificultad. No estaba abierto al amor. ¿Por qué? Porque cada vez que conocía a alguien hacia lo que mejor se le daba: controlar la situación. Se había vuelto un especialista a la altura de lo que hacía en su trabajo. Pero no solo le pasaba en el terreno sentimental. También le ocurría cuando se presentaba una oportunidad nueva en su vida, de hecho,  estando tan cerca de los aviones jamás había salido de España. 
¿A que respondía está necesidad de control?. Muy sencillo. A la angustia que le generaban los cambios.  Así que tenía una serie de costumbres que ante la sensación de ahogo o de no control, le hacían sentir tan bien que se hizo adicto a ellas. Por ejemplo: cada hora que estaba despierto fuera del trabajo, debía dedicar diez minutos a hacer deporte. Veía la misma serie de Netflix todos los días a la misma hora, y sus planes de fines de semana eran siempre, correr por un parque cercano a su casa, descansar y ver el fútbol en televisión. Tenía muchas más, pero no es cuestión de desnudar todas las neurosis de nuestro protagonista.
Sin embargo la vida le iba a enviar uno de los retos más temibles. Un desafío a la altura de las doce pruebas de Hércules, un reto ciclópeo: enamorarse.
Su mundo era caótico y divertido. Estaba dominado por el desorden y la improvisación. No tenía hábitos muy definidos ni costumbres marcadas. Ella se sentía libre así. Su profesión era inestable, cosa que tratándose de una actriz era natural, más disfrutaba de esa incertidumbre.  Le gustaba caminar en el alambre, y si podía, hacia un doble tirabuzón sobre él. Se había recorrido medio mundo de mochilera, y desde hace tiempo cambiaba de casa con mucha frecuencia. Ella era feliz en el cambio y el movimiento.
Cierto día le tocó ir al aeropuerto a grabar un anuncio de televisión. Era para una compañía de viajes. Le entusiasmaba la idea. En general, ella era entusiasta de por sí. Lo que nunca pensó es que aquel día iba a  conocer a alguien que le iba a cambiar la vida, o por lo menos, iba a suponer el desafío más difícil de su vida amorosa. Se trataba de: Pedro el controlador.
Aquella mañana chocó contra alguien por ir pendiente de los horarios del aeropuerto (Otra de su manías era controlar el tiempo cuando llegaba al trabajo). Era una chica vestida con estilo hippy, pelo rizado, rostro suave y un poco más baja que el. Se la cayó el móvil al suelo, y Pedro lo recogió antes que ella. » ¡¡¡Gracias!!!. Perdona por el choque, iba mirando al móvil». » Perdóname tu iba mirando la hora». Se sonrieron y se despidieron. Y fue justo después cuando sucedió. ¿Nos ha pasado alguna vez, de encontraros con alguien nuevo, y tener la sensación de conocerle de toda la vida ?. Pues a Pedro y a Belén ( que es como se llamaba ella) les ocurrió lo mismo. Cuando ya llevaban unos cuatos metros andando, comenzaron a pensar lo que se piensa en estos casos. » ¡¡Le tenía que haber pedido el teléfono!!» seguido del » ¡bueno que más da, ya está hecho!». Ellos pensaron que todo se quedaría ahí, pero el destino usa hilos caprichosos, y ese mismo dia volvieron a coincidir en las mismas condiciones: chocandose. 
 Desde ese día se enamoraron tanto que se hicieron inseparables. El no comprendía como le podía gustar una mujer tan caótica. Ella no llegaba a entender cómo le podía atraer alguien tan serio. Y sin embargo ahí estaban, fruto de la casualidad y de su manía por no mirar hacia delante cuando caminaban. 
Pasaron los meses y pasó lo que pasa en estos casos. El enamoramiento, (que es esa etapa en la que incluso no te molesta que tu pareja ronque) se difumino. Aún así había una admiración mutua y una atracción sexual muy fuerte entre los dos. Sin embargo Pedro empezó a controlar y no precisamente aviones. Racionaba llamadas de movil, mensajes de wassap, incluso el emoticono del beso lo enviaba con cierta inseguridad . ¡¡El no podía perder su vida, ni su orden!!. Belén en su caos hacia lo que sentía, y Pedro no podía comprender esos comportamientos. Poco a poco la distancia empezó a instalarse entre ellos. Y poco a poco aún queriéndose mucho, la mente de Pedro fue rompiendo una relación, que podría haber durado hasta el infinito y más allá. 
El controlador regresó a sus costumbres y Belén a su excitante  vida desordenada. Se seguían queriendo pero el muro mental de Pedro era del todo infranqueable. Ella seguía creyendo que el amor era posible, él no sabia ni siquiera si había estado enamorado de Belén.
Una noche caminando de vuelta a casa a la hora para él indicada, el controlador recibió la llamada de Belén. Le llamaba para decirle que se iba a vivir a Colombia. Le habían ofrecido un papel en una telenovela y lo había aceptado. No había vuelta atrás. Quería cambiar de aires. » ¿Puedo ir a verte para despedirme?». Pedro se negó. Como siempre, tenía cosas que hacer. Sabía que podía ser la última vez que la vería, y aunque el controlador no hizo el esfuerzo, la vida hizo todo lo demás. 
Pasado un mes de la marcha de Belén, Pedro, tuvo que hacer frente a una situación sin precedentes. Un avión pedía aterrizaje forzoso, por problemas mecánicos. El inició el protocolo que se usa en estos casos. Todo iba sobre lo previsto pero el pájaro metalico comenzó a tener mayores dificultades de las que esperaba, y el protocolo dejó de funcionar. Él no estaba acostumbrado a improvisar. Al principio sintió un gran bloqueo, pero luego, sin saber muy bien cómo, comenzó a dar indicaciones al avión que no sabía a ciencia cierta de donde salían. Lo mejor de todo es que funcionaron. Aquel avión estaba avocado a una colisión y sin embargo la creatividad de Pedro obró el milagro.
 Lejos de sentirse orgulloso, esto afectó a nuestro protagonista sobremanera. Se había dado cuenta de que en la vida no había una única manera de hacer las cosas. Además se hizo consciente de que una parte de él, que apenas conocía, le había salvado la vida a mucha gente. 
Pedro pidió una temporada de excedencia para poder comprender lo que le estaba pasando. Lo pasó mal. Estaba tan acostumbrado a su vida y hábitos que desarrolló un síndrome de abstinencia tremendo. Por otro lado una nueva voz interna le invitaba a hacer otras cosas para las que nunca prestó atención. Así que comenzó a tomar clases de canto y baile. También, salía a pasear por el campo en cuanto podía, e incluso comenzó a realizar un microhuerto en su casa. Apenas se reconocía. Sin embargo, la parte más rígida del que fuera controlador, se resistía a irse, y le complicó la vida alguna que otra vez. Más los nuevos hábitos y maneras de ver la existencia de Pedro, hicieron que su yo antiguo desapareciera con el tiempo. Se había transformado en otra persona. 
Volvió a su trabajo, sabiendo que era solo eso, un trabajo. Lo aprovechó como nunca, para poder tener más tiempo libre y hacer cosas que le gustaban. Además, comenzó a viajar, primero por España, luego por Europa y luego por el mundo. Hasta que llegó su gran viaje. Sabemos que viajar es emocionante, pero hay algunas aventuras que son de muchos kilómetros hacia fuera y muchas latidos hacia dentro. Pedro viviría la suya, nada más y nada menos que en la India. 
Era verano en Delhi, con una humedad ambiental terrible. Nuestro protagonista llevaba varios dias recorriendo el enorme país Asiático con su mochila, y había llegado a la capital. Le había pasado de todo. Dos días en un hospital por diarreas. Una noche durmiendo a la intemperie porque el autobús donde viajaba pinchó, y otra jornada pernoctando en un tren abarrotado de hindues cuyo recorrido se hacia de noche. La India era el peor lugar para el antiguo Pedro, pero el nuevo estaba disfrutando como nunca de la situación. Como el día era tan duro, nuestro protagonista decidió echarse a descansar en el césped de un parque. Le daba igual que se le comieran los mosquitos. Quedó dormido. Al despertar se dio cuenta que le habían robado la mochila. ¡¡¡La mochila!!!. ¡¡¡Lo llevaba todo!!!. ¡¡¡Pasaporte, dinero!!!. ¡¡¡Todo!!!. ¡¡¡Que iba a hacer!!!?? ¡¡¿¿Cómo lo podría arreglar??!!. Lo primero que hizo fue calmarse. Después en un inglés bastante macarronico, se comunicó con unos chicos de unos dieciséis años que le llevaron amablemente a una comisaría. Allí los policías tomaron nota de su situación y le pusieron en contacto con la embajada española para que le dieran alojamiento. Esperó tres horas hasta que un tuc tuc, pasó a recogerle, y le llevó a un edificio cercano al museo de Ghandi. Dentro de territorio español, respiró tranquilo. Allí podrían solución el problema y le acojerian. El cónsul español le saludó y charló amistosamente con él. Le comentó que era la segunda persona de España  a la que le habían robado el pasaporte ese mismo dia. Otra mujer había sufrido el mismo problema. Después de la amable conversación, Pedro  quedó sentado en un banco del enorme patio observando el jardín. Unos metros más allá, una mujer hacia yoga, de una forma muy fluida y técnica. Estaba cansado. Poco a poco lentamente se fue quedando dormido. Despertó a las pocos minutos y decidió entrar en el edificio de la embajada para que le dijeran donde iba a dormir. Iba tan absorto en sus pensamientos que chocó con alguien. » ¿¿¡¡Tú!!??. ¿¿¡¡Sigues teniendo la manía de andar sin levantar la cabeza!!??.» ¡¡¡Era Belén !!!. «¡¡¡¿ Y tú, sigues teniendo la manía de ir mirando para otro lado?!!!.» El encuentro fue maravilloso. Tanto que desde aquel nuevo choque nunca se volvieron a separar. Ella disfrutó del nuevo Pedro, y él por fin supo ver el corazón de Belen.
 En la vida podemos alejarnos y acercarnos muchas veces, más las cuerdas del destino nunca nos separan de las personas a las que amamos.

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